miércoles, 1 de julio de 2009

'TODOS MIS HERMANOS'. Manel Estiarte



CRÍTICA LITERARIA

Obra: 'Todos mis hermanos'
Autor: Manel Estiarte
Editorial: Plataforma
Género: Autobiografía
Páginas: 288
Año: 2009


BRAZADAS DE DOLOR

Durante dos décadas, el waterpolo español se apellidó Estiarte. El radio de acción del barcelonés se propagó hasta dominar el mapa internacional. Otro deportista pionero en los complicados 80 y los ilusionantes 90, a la altura de ilustres como Severiano Ballesteros y precursor de la oleada actual capitaneada por Gasoles y tenistas de nuevo cuño. Emigrado desde la tierna adolescencia a Italia, cuna junto a Hungría del waterpolo, Estiarte portó durante dos décadas y seis Juegos Olímpicos el brazalete de capitán de una selección irrepetible. Madrileños y catalanes, ciudades casi exclusivas del waterpolo nacional, unidas por las paradas y el carisma de Jesús Rollán, la seguridad de Jordi Sans, la lealtad de Micky Oca y la dureza de Salvador Gómez. Un colectivo que ganó y perdió todo, unido en la victoria y la derrota y, como se comprobó después, triturado por las miserias de la vida.

Tras hacer carrera en Italia, ya de vuelta a España y afianzado en su cargo de puente entre Pep Guardiola y la plantilla del FC Barcelona, Manel Estiarte ha decidido retar a los recuerdos y escribir sobre el pasado. Contar su verdad, teñida y despojada a partes iguales de épica. Balanza completamente desequilibrada que une gestas al límite adornadas por una prosa que bebe del peor periodismo deportivo con un sencillo proceso de desmitificación individual. El colectivo, la pérdida de esa imagen de chicos sanos, ganadores y felices asimilada por la opinión pública, ya lo habían anunciado noticias como el suicidio de Jesús Rollán y las revelaciones de Pedro García, otro de los puntales de la selección, reconociendo que su drogodependencia iba ligada a aquellas imágenes de triunfos, medallas y saludos desde lo más alto del podio.

Estiarte se libera en ‘Todos mis hermanos’ de dos pesos. Uno viene del ámbito deportivo y el otro del estrictamente personal. El segundo esconde una dolorosísima reflexión, la más poderosa de la autobiografía. Un oro, miles de goles y la avalancha de elogios no valen nada si el corazón está vacío. Cuando tenía 24 años, Estiarte contempló como Rosa, su hermana mayor, se lanzaba al vacío desde la ventana de su habitación. Corrió tras ella sin poder evitarlo. En ‘Todos mis hermanos’ lo afronta por primera vez, un testimonio demoledor y alejado de los adjetivos. Un triunfador que competía roto por dentro, incalculables goles que no curaban ni aliviaban. Los héroes, así se le veía, también sufren, en la línea de la más épica de las tragedias griegas.

La parte deportiva rebaja la intensidad y el interés, para disgusto de los nostálgicos del deporte acuático. Estiarte la afronta desde la autocrítica al subrayar comportamientos suyos basados en el egoísmo y en las ganas de sobresalir por encima del resto, actitudes típicas, por otra parte, de la juventud. Justo todo lo contrario, afirma a modo de tutor deportivo y bajo un estilo cuajado de tópicos, de lo que debería ser el líder perfecto. ‘Todos mis hermanos’ adopta un tono casi de manual de formación de deportistas ejemplares. Estiarte pasa revista a todos sus fallos, se arrepiente de su falta de compañerismo y añade unas cuantas anécdotas simpáticas –alguna brutal, como los métodos del técnico croata Matutinovic- a modo de rápida pincelada.

Las otras, la cara B de la selección, se reservan en un rincón de la memoria. Sólo se intuyen desde la brevedad. Estiarte prefiere no entrar en detalles, aunque el peso de la realidad multiplique el impacto de situaciones que no pasarían de ser meros destellos en el conjunto de la obra. Ocurre en un párrafo, en apariencia uno más. Estremecedora es la imagen generada por una escena relacionada con la muerte de Jesús Rollán, cuando la madre del malogrado portero se acercó a Estiarte en el tanatorio y le preguntó qué les había pasado. Grandes amigos, se habían distanciado tras la retirada del segundo y llevaban tiempo sin hablarse por motivos irrelevantes. Estiarte no supo qué responder.

Las lecciones a extraer de este pasaje, la democratización de un dolor que no entiende de clases y los lazos a veces tan débiles que sujetan la amistad verdadera, valen como resumen de un libro en el que, quizá por sorpresa, lo deportivo pierde por goleada ante el ejercicio catártico que debió suponer para el autor afrontar un proyecto retrospectivo de tal envergadura.

7 comentarios:

Francisco Casoledo dijo...

Estoy cogiendo una extravagante afición a que me rompan los esquemas. Decía Oscar Wilde que uno nunca debe leer los libros que reseña, puesto que la lectura influiría en su opinión. Me ha impresionado el contenido de este libro, no sé si en buena medida de deberá a la maestría del crítico, pero el caso es que no me esperaba algo así. Un caballero sólo debe cambiar de opinión en casos imprescindibles y sin que se note demasiado. Este es uno de ellos: un aplauso para Estiarte, por escribir una obra notable y sincera y por descabalar unos cuantos prejuicios. Y otro aplauso para el crítico, que ha sabido colocar el foco allí donde era necesario, como siempre con buena prosa y mejor criterio.

Unknown dijo...

Supongo que lo más difícil de ser excepcional es no dejar de ser normal. ¿No? A veces me alegro de ser un gualtrapa, porque eso de triunfar tiene que generar muchísima ansiedad, sobre todo en el caso de unos tíos que probablemente buscaban en los éxitos deportivos lo que les faltaba en su vida personal. El otro día llamaban a Michael Jackson "juguete roto"... ¿es que alguna vez estuvo arreglado? No puedo evitar pensar que el éxito debe ser como una maldición para quien lo padece y tiene un mínimo de alma.

Magnífica resaña Raf.

rafa dijo...

Desde luego, el de Estiarte es los pocos libros del género biográfico-deportivo que no me he arrepentido de leer, y son unos cuantos, desde aquella indescriptible biografía de un Raúl acneico escrita antes de cumplir los 21 añazos. Sí, 'Todos mis hermanos' es un libro que sale de muy dentro, que no juega a esconder sus lógicas limitaciones literarias y que suple esa carencia a base de sinceridad. Gracias por tus animosas palabras, Fran.

Javi, completamente de acuerdo y más tras ver al entrañable Zach de '¿Hacemos una porno?'. En serio, creo que la humildad es el único camino sensato. Y Estiarte, a tiempo, se ha reencontrado con ella.

Raúl dijo...

Además Estiarte ha dado -seguramente sin ser consciente - un puñetazo brutal a los mitologemas tan instalados en la lucha contra la drogadicción: que el Deporte, así, a lo metafísico, es lo que se alinea con la Vida y por tanto lo opuesto a las Drogas, que son la Muerte.
A ver cuando se trata este tema (no solo el de las drogas sino el del Deporte, que más que deporte o juego es un cúmulo de rituales criptofascistas) de una manera seria y se deja de trivializar: si existe un problema con la drogadicción habrá que ir a la raíz de los porqués, y no tapar el asunto con partidos de fútbol.
Me viene a la cabeza el proyecto alcalaíno de "Otra forma de moverte", una propuesta cultural que supuestamente ofrecía una alternativa al alcohol a los chavales los sábados por la noche. Partidas de rol y cosas así. El resultado era evidente: la chavales se hacían collares de macarrones hasta las 21.00 y kalimotxos hasta las 3.00. Pero nadie se pregunta porqué los chavales ven necesario y gracioso mamarse.

Por último, solo recomendar (Dios me salve) un programa de TV para rehab. de chavales en el que sale precisamente un compañero de Estiarte, Pedro García Aguado, el cual, salvando las obvias intenciones del espectáculo, al menos pone todas las cartas sobre la mesa en este asunto y no se limita a meter a los chavales en equipos de voleibol femenino.

Rafa, se te sigue leyendo.

Jesús Angel Ortega dijo...

Hola Rafa, últimamente no tengo mucho tiempo de leer libros literarios, solo un poco de poesía, libros de cine, comics (serios y de todo), así que apuntaré tu reseña para cuando tenga más tiempo.
La verdad es que una biografía de tipo deportivo como indicas, no me la imaginaba yo que pudiera ser tan apasionante, pero claro, depende de la persona que lo escribem y como se escribe.
Te he añadido a mi blogroll para irte visitando de vez en cuando.

Saludos.

rafa dijo...

Gracias Jesús Ángel, lo mismo te comento, te anoto, que tengo buenas recomendaciones.

Respecto al cómic, En cuanto tenga tiempo quiero escribir sobre el último libro de Paco Roca, Premio Nacional del Comic 2008, 'El libro de arena', que me ha dejado descolocado.

Y lo de Estiarte, es apasionante por el recorrido vital que marca, no por la forma, claramente deficiente.

Raúl, no puedo añadir nada que mejore a lo que explicas. De acuerdo completamente. Sí, conozco el programa de TV al que te refieres. Precisamente Pedro García acaba de publicar otro libro (creo que ya dos) a corazón abierto. A ver si me hago con él. Un abrazo.

Anónimo dijo...

Hola. En http://www.abc.es/hemeroteca/historico-10-05-2009/abc/Nacional/manel-estiarte-rosa-me-miro-con-ternura-suave-y-se-puso-a-correr-yo-me-volvi-loco_92777580212.html , hablando del suicidio de su hermana Rosa, Manel Estiarte dice que años atrás, cuando él tenía 16 años, a causa de un accidente de moto con su hermana, el waterpolista perdió la mano. Debe de ser un error. Se rompería algún hueso de la mano o el brazo, digo yo (luego le debió de quedar muy bien, vistas sus hazañas deportivas -he mirado algún vídeo por si acaso y se le ven sus 2 manos enteras, vitales para su profesión-). Saludos