sábado, 21 de febrero de 2009

MEMORIA DE UN SUEÑO ROTO

REPORTAJE. DEPORTES


MEMORIA DE UN SUEÑO ROTO

Un 30 de junio de hace quince años expiró el plazo fijado para que el CB Guadalajara cumpliese los requisitos para formalizar el ascenso a la ACB. El club morado se hizo acreedor en 1993 por motivos deportivos de una plaza en la máxima categoría del baloncesto nacional. Los económicos dijeron lo contrario. Finalmente y tras una carrera contrarreloj, Guadalajara se quedó sin ascenso. La entidad inició así una travesía por el desierto de las categorías menores del baloncesto federado que se prolonga hasta la actualidad. La onomástica, tres lustros, rescata un episodio imborrable del deporte alcarreño. La memoria de un sueño roto.


“¡No se la paséis a Perry! ¡A Perry no!”. Ángel González Jareño se desgañitaba en la banda. El técnico del CB Guadalajara daba órdenes frenéticamente, consciente de la trascendencia de lo que estaba a punto de fraguarse. Imposible quedarse inmóvil. “¡A Perry no!”, bramaba, ya con la chaqueta desvanecida sobre una silla del banquillo. El Caja Bilbao presionaba a toda cancha en un intento desesperado por recortar distancias. ‘El Gordo’, José Luis Sánchez Burgués, acababa de clavar un triple fundamental desde siete metros. Un mazazo moral para los bilbaínos. La imagen pertenece al cuarto partido de la semifinal de Primera División, temporada 92/93. El ascenso a la ACB, dominada en aquel periodo por Arvydas Sabonis, pertenecía al equipo alcarreño. Le costaba, pero Jareño no perdía la compostura. La bocina final sonó y la purpurina morada estalló en La Casilla. El CB Guadalajara alcanzaba el cielo, la ACB. A Perry Carter, musculoso pívot que apenas superaba el 50 por ciento en los tiros libres, no le hicieron falta.

Hace quince años Guadalajara aspiraba a la ACB. Un convenio con el Real Madrid auspiciado por un mandatario sagaz en los despachos, Juan Manuel Hueli, posibilitó que el equipo alcarreño rozara la gloria. El CB Guadalajara armó una escuadra que todavía permanece en la memoria de los aficionados al baloncesto que resisten a la ley del puntapié. El Polideportivo San José la recuerda de forma simbólica. Un póster con la plantilla de la temporada 92/93 cuelga de una de las paredes del pabellón, escoltado por otros destellos nostálgicos, como las fotografías de un longilíneo Pau Gasol en edad júnior y otras que recuerdan la visita de la Jugoplastika de Split. De aquella histórica plantilla morada, sólo Ignacio Castellanos sigue en activo batallando en las zonas del grupo centro de la Liga EBA, la quinta categoría del baloncesto nacional. Un peldaño por encima se coloca el CB Guadalajara, amparado por la constructora Rayet. El rival derrotado aquel 13 de junio de 1993, el Caja Bilbao, dejó la sucursal bancaria y se puso en manos de una promotora inmobiliaria, Iurbentia. Hoy milita en la ACB y la próxima temporada jugará competición europea. Las travesuras del destino.

La actualidad contrasta con aquella temporada 92/93. Una ciudad volcada con el baloncesto y una plantilla que fue creyendo paulatinamente en sus posibilidades establecieron una alianza que desembocó primero en catarsis y después en decepción. La memoria de un sueño roto que quince años después no se ha podido recomponer. “Al año siguiente empezó el declive del baloncesto en Guadalajara”, sentencia Roberto Bustamante, jugador en 1992 y directivo en la actualidad. “El no ascender destruyó todas las ilusiones del aficionado”, sentencia hoy Jareño, a punto de firmar como asistente de Manel Comas en el Cajasol Sevilla de ACB.

Desde el principio, todo apuntaba a que iba a ser un año diferente. Basta un ejemplo para ilustrarlo. El CB Guadalajara disputó en pretemporada un partido con el Real Madrid. En teoría, dos equipos afines. Aspirantes contra consagrados. Un amistoso. Pura apariencia. El joven pívot local Martín Ferrer y el base madridista Antúnez fueron descalificados por agresión mutua. Perry Carter desquició al habitualmente tranquilo Ricky Brown. El Guadalajara rozó la sorpresa. Había hambre de triunfos. Bustamante pulsa sobre una de las claves: “Éramos un equipo extremadamente competitivo. Los entrenamientos eran brutales, había sangre”. Una mezcla explosiva de juventud y experiencia. “Aquel equipo fue maravilloso”, recuerda Jareño. “Todos queríamos jugar. Fuera de la cancha éramos muy buenas personas y dentro todo lo contrario. En el campo éramos un polvorín”, detalla Bustamante, que no cobró los dos últimos meses. “Y todavía no me los pagaron…”, asegura con una sonrisa.

Jareño, joven técnico procedente del Real Madrid, había sustituido a Chuchi Carreras. Con el entrenador llegaron de la capital José Manuel Silva, David Brabender –hijo de Wayne-, Ricardo Peral y Álvaro Écija, que se sumaron a Jerónimo Bucero y Nacho Castellanos. Faltaba el americano. El día que Perry Carter se asomó por los vestuarios del San José más de uno se asustó. “Era una montaña de músculos”, le recuerda Bustamante. Don Leventhal, veterano analista de la NBA, le definió tras su paso por la Universidad de Ohio como “un Karl Malone en miniatura”. Una ganga en todo caso. Una condición imprescindible, puesto que el club acumulaba una deuda de 35 millones de pesetas que todavía hoy se paga. Las consecuencias de un éxito no consumado.

El equipo, que partía con la intención de ocupar uno de los diez primeros puestos que daban acceso al play-off, inició el campeonato a un ritmo fortísimo. Seis victorias consecutivas, una racha que quebró el Montehuelva. Con Brabender a los mandos, el Guadalajara deslumbraba. Coleccionó marcadores centenarios y promocionó a valores como Ricardo Peral, un introvertido ala-pívot de apeñas 20 años al que los especialistas auguraban un futuro en la NBA. "Era todo un espectáculo. Botaba como un base, tiraba, hacía mates… Todo como si fuera lo más sencillo del mundo", señala Bustamante. Acabó liderando la primera vuelta, perseguido por el Caja Bilbao. Hueli habló entonces por vez primera del ascenso, “una meta, por utópica que sea”. La ilusión prendió en la plantilla y la afición.

La segunda vuelta arrancó con malas noticias en forma de lesiones. “Parecemos un hospital andante”, sentenció Jareño. La plantilla se resintió y llegaron derrotas dolorosas como la registrada ante el colista Alcalá. El técnico, 32 años, dio un paso al frente y aplicó una de sus máximas: “No dramatizo las derrotas al igual que no exagero las victorias”. El fichaje de Guillem Coll supuso un revulsivo y el equipo finalizó el campeonato como líder con 21 victorias y 7 derrotas de una competitiva categoría habitada por jugadores veteranos, ex ACB y extranjeros del caché de Radunovic, Shaun Vandiver y Wayne Robinson.

Tras una irregular segunda fase, el Guadalajara se cruzó con el Askatuak de Óscar Roche, ex de la casa. La eliminatoria se solventó por la vía rápida. La tensión se apoderó del siguiente cruce contra el Caja Bilbao. El Guadalajara aseguró los partidos caseros con un San José a reventar, 1.800 espectadores en las gradas. Desde Bilbao se calentó la eliminatoria. Joan Llaneza, técnico de los vascos, aseguró que Hueli era “el jugador más peligroso” por sus relaciones federativas. Un pésimo encuentro de los morados puso el 2-1. Finalmente, el 13 de junio de 1993 el CB Guadalajara materializaba el ascenso. El pospartido quedó duchado de anécdotas como los puntos de sutura que necesitó la ceja de Bustamante tras un brindis etílico y el relato de cómo Brabender desestabilizó al base rival. “Le decía que tirara, que no metía ni una”, rememora Hueli, ya totalmente desvinculado del baloncesto y que en la actualidad ocupa un cargo de importancia en el Consejo Superior de Deportes. Quinientos kilómetros de norte a centro, la capital alcarreña estallaba de alegría. Como todo lo bueno, duró poco.

La ACB lo puso difícil desde el primer momento. Fijó un plazo, el 30 de junio, para que el club cumpliese unas condiciones leoninas. Inaccesibles la mayoría, como el pago de un canon de 400 millones más IVA. Las reuniones se fueron sucediendo con la misma rapidez con que el pesimismo iba embargando a los más optimistas. “Fue lo peor, una frustración enorme”, aporta Jareño. Hueli lo vivió desde el despacho: “Hicimos lo que pudimos, que se sepa. Lo que nos pedían era una burrada, un impuesto revolucionario”. El otro ascendido en la cancha, el Cornellà –ganó al Guadalajara en una intranscendente final mutilada por las ausencias-, tampoco pudo franquear la barrera económica.

A esta situación de desconcierto se sumó el anuncio de la marcha de Hueli al Salamanca tras 19 años al frente del Guadalajara. “Fue una desilusión, por eso me marché”. El club quedó descabezado y a la deriva, rescatado por una comisión gestora. El 30 de junio expiró el plazo de la Federación. El sueño se desvaneció y el Guadalajara renovó presencia en la Primera Nacional, con una plantilla totalmente remozada. El inicio de una caída en picado que aún dura. En eso coinciden los implicados. Hoy todo aquello no es más que un recuerdo, “una de las cosas más bonitas que me han pasado en la vida”, dice Jareño. “Quisimos vivir por encima de lo que podíamos, un error”, se autoinculpa Hueli, una figura que todavía suscita en la actualidad opiniones contradictorias en los foros de debate del deporte alcarreño. La historia defiende su gestión. Cogió al equipo en Tercera a principios de los 70 y lo aupó hasta acariciar la ACB. El presente le recuerda desde un prisma diferente. El CB Guadalajara aún paga los excesos económicos que permitieron disfrutar de jugadores como el mastodóntico Thachenko, el carismático Leonard Allen o los internacionales Ismael Santos y José Lasa, y de temporadas como la añorada 92/93, condenada a perpetuidad a ser reconocida como la del ascenso frustrado.

Los jugadores hicieron caso a Jareño aquella noche del 13 de junio de 1993 en La Casilla. A Carter no le pasaron el balón y José Luis Sánchez Burgués anotó un triple descomunal de siete metros. Obedecieron, aunque desconocían que hubiera dado igual incumplir las órdenes. El sueño, lamentablemente, ya estaba roto.

5 comentarios:

Francisco Casoledo dijo...

Thachenko, Santos, Lasa... qué tiempos, y qué mayores nos hemos hecho. "Que la vida iba en serio uno lo empieza a comprender más tarde..." Excelente crónica.

Anónimo dijo...

Thachenko... En vez de irse a la NBA acabó en Guadalajara. Hace un año visitó la ciudad, con sus manazas, entañable timidez y el bigote intocable. Trabaja con sus 2.21 en una empresa de transporte. Sí, hay pocas cosas más tristes que recordar los sueños del pasado, especialmente para comprobar que muchos no se cumplieron.

Anónimo dijo...

Hola Rg, me ha encantado tu reportaje, que tiempos! Como puedo ponerme en contacto contigo?

rafa dijo...

Hola, muchas gracias por el comentario! Si quieres contactar déjame un correo y ya te escribo.

rogelio_645 dijo...

Una bonita cronica, a dia de hoy poseo todos los videos de toda la temporada, tengo la suerte de tenerlos y cada vez que los veo me traen grandes recuerdos. Todavia me acuerdo de ir a los entrenamientos para ver entrenar a este grupo de artistas y recuerdo que eramos cincuenta personas alli viendoles entrenar, un joven Ricardo Peral con su pantalones cortos de color verdes y una camiseta con publicidad de Gatorade y un Perry Carter empapado de surdor pegandose por ganar con un joven Martin Ferrer. Despues de todo aquello no he visto nada igual, todo aquello fue cuando estas viendo una buena pelicula en casa y de repente se apaga la luz y te quedas sin ver la pelicula, el no ascender fue un palo gordo. Lo peor fue el año siguiente ver un San Jose desierto, es mas hay gente que desde aquella epoca no a vuelto a pisar el San Jose. Me a encantado la cronica, saludos.