sábado, 30 de agosto de 2008

'DIARIOS DE COREA'. Bruno Galindo



CRÍTICA LITERARIA

Obra: 'Diarios de Corea'
Autor: Bruno Galindo
Género: Literatura de viajes
Editorial: Debate
Año: 2007



ESPEJO DE DOS SUPERFICIES


Corea. La guerra más absurda, todas los son, del siglo XX. Corea, el resumen en vivo y palpable de la política de la Guerra Fría. Un país dividido en dos. El norte para los comunistas y el sur para los capitalistas. Deciden Unión Soviética y, se da por supuesto, Estados Unidos. Corea, un territorio separado por una línea trazada por una imaginación desquiciada. Corea, espejo de la sinrazón del alma humana. No es fácil sustraerse a los atractivos históricos, sociológicos y anecdóticos que separan a Corea del Norte de Corea del Sur, países separados por un espejo que deforma la realidad. El primero pasa por ser uno de los últimos bastiones de un comunismo recalcitrante, una fortaleza inexpugnable para el extranjero. El segundo, todo lo contrario, un paraíso para el capitalismo.

El periodista Bruno Galindo (Buenos Aires, 1968) se hizo con un pasaje en uno de los contados viajes en los que el gobierno de Kim Jong-il abre la frontera. Todo un viaje a lo desconocido como integrante de una comitiva compuesta por veinte hombres de diferentes nacionalidades, profesiones e ideologías que recibió el nombre de La Marcha. A falta de contacto con la población, una línea más en la amplia lista de prohibiciones emitidas por el gobierno norcoreano, Galindo ha elaborado un fresco sobre la experiencia basado en las relaciones establecidas con sus compañeros de trayecto y, fundamentalmente, la vista. Porque los ojos son el único indicativo que permite asegurar que Corea del Norte es un país real y no un escenario montado para la ocasión.

Su visita al país que comanda con mano firme Kim Jong-il engulle casi dos tercios del grosor de ‘Diarios de Corea' (Debate, 2007). El material acumulado a lo largo de La Marcha le podía haber servido para montar un sugerente libro. Disconforme, cruzó el paralelo 38 y aterrizó en Seúl, capital de Corea del Sur, para poder establecer un análisis comparativo de la situación y comprobar de primera mano las semejanzas, diferencias y perspectivas de futuro.

La parte de Corea del Norte, no puede ser de otra forma, respira una opresiva grisura, excelentemente transmitida por Galindo. La soledad del Hotel Sosan, la rigidez de la ideología Juche, el culto al líder, la ausencia de coches en carreteras de seis carriles y la librería especializada en vender biografías escritas desde el poder se configuran como simbólicas anécdotas que sirven para definir un mundo aparte coronado por el absurdo. Galindo describe de un modo directo, entre la ironía, el rigor y la perplejidad, una sociedad en la que los niños actúan como adultos y los adultos están impregnados de infantilidad. Una frase define el espíritu de una peripecia grupal en el que cada uno de los componentes de La Marcha adquiere una identidad propia. "El reloj marca las 9:13, pero eso no quiere decir nada, porque el reloj está parado". Corea del Norte en estado puro.

El Sur se rige por parámetros completamente distintos. Así, Galindo adopta una actitud más distante y aséptica, como corresponde a un país que se rige casi exclusivamente por parámetros mercantiles y de producción. Entre una sucesión de presidentes corruptos, la inquietante y cada vez peor asimilada presencia militar estadounidense y un avance tecnológico y económico imparable, Corea del Sur se ha ganado un puesto de privilegio a nivel internacional en el área tecnológica. En esta parte, ‘Diarios de Corea' toma una dimensión periodística al poner al descubierto todo el entramado de relaciones comerciales y de política exterior que se levantan en esa zona del continente asiático. A veces una posibilidad lejana y otras realmente factible, en suspenso queda una futura unión entre el Sur y el Norte. Todo depende, así se desprende de una rápida encuesta a ciudadanos del Sur, de Estados Unidos y las -duras- condiciones que presumiblemente impondrían ambas partes.

‘Diarios de Corea' revela a un autor maduro y leído y con excelentes referentes en el género de la literatura de viajes. Galindo prescinde para la ocasión de la primera persona, una decisión que objetiviza el relato y que permite abrir un espacio para la reflexión del lector. Lo sencillo hubiese sido lo contrario, fundamentalmente tras la experiencia norcoreana, un viaje que no admite comparación alguna en todo el planeta. Tira de frases cortas y rápidas, una propuesta que enriquece el ritmo de la lectura y que descongestiona la avalancha de datos de origen histórico, cuidadosamente diferenciados del resto. Un relato el construido por el periodista en el que lo real prevalece sobre las sensaciones, frío y distante en ocasiones, suavizado por una mecanización de ingeniosas técnicas literarias que sabe emplear con eficacia. ‘Diarios de Corea' merece figurar en la estantería de la mejor literatura de viajes publicada en España en los últimos años, con el aliciente de tocar en profundidad una zona poco transitada por el género.
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domingo, 3 de agosto de 2008

'NADA GRAVE', de Ángel González



CRÍTICA LITERARIA

Obra: 'Nada grave'
Autor: Ángel González
Género: Poesía
Editorial: Visor
Año: 2008



POESÍA DEL CREPÚSCULO


Ángel González
murió y dejó huérfana a una legión de seguidores necesitados de su poesía crepuscular, de la tonalidad difusa con la que describía el amor, de las bocanadas de vitalidad que lanzaba desde un púlpito recubierto de las dosis justas de melancolía. ‘Nada grave' supone el corolario a una trayectoria profundamente coherente, nada fácil si se acumulan tantas décadas ligadas a la escritura. La despedida viene de la mano de un poemario pequeño en extensión y abismal en sentimientos, una suma de palabras que arden ante la cercanía de la muerte, un clavo al que aferrarse ante la suma de desengaños, sufrimientos y mitos caídos que han ido agujereando el alma de un poeta dotado de una sensibilidad especial.
González pide cuentas a la vida ahogado desde la cárcel de la depresión. La interroga, dialoga sin esperar una réplica, explora la levedad del ‘yo' humano y ahonda con la sencillez de siempre en aquellas cuestiones tan profundas que jamás permitirían descubrir sus secretos. Poemas breves, apenas esbozos, que retienen ideas, pensamientos y reflexiones rotundas mediante el verso limpio y fluido tan habitual en la escritura del ovetense. ‘Nada grave' respira tristeza desde la primera a la última palabra, una melancolía unidireccional aliviada por la ironía tan característica del autor, aquí expuesta con cuentagotas si se tiene como referencia el ejemplar ‘Otoño y otras luces' (2001), salvo destellos como la travesura de ‘Vista cansada', un mismo poema de dos caras. Porque lo que realmente subyace dentro de la brevedad de esta obra póstuma es la certeza de un adiós definitivo que se aproxima raudo.
La lectura, tan desoladoramente efímera, va aumentando el tono crepuscular conforme pasan las páginas. Al final se llega a unos versos que esculpen la medida perfecta del poemario. Los alberga ‘Caída': "Me duele sólo el alma. / Nada grave'". Antes de descubrirse por completo, ‘Nada grave' transita con extenuación por el opresivo terreno del pesimismo. A veces se muestra con elegancia, fino, exquisito, como en ‘Por raro que parezca'. Otras lo hace a cara descubierta, el caso de ‘Una sombra', en el que González verifica el poder contagioso del desolado: "Y acabó ensombreciendo cuanto la rodeaba".
Por la breve extensión tanto de los poemas como del libro en general, ‘Nada grave' deja la sensación de poemario inacabado al que se le puede achacar la falta de una mayor coherencia que fortalezca su nudo argumental. Apunta alto, poesía poderosa colmada de términos rotundos, aunque se queda corto en cuanto al efecto final conseguido. Una despedida, pese a lo exiguo del contenido, por todo lo alto. Los poemas breves, apenas reflexiones instantáneas y personales, dicen mucho más que las extensas parrafadas, sean en verso o prosa, de la mayoría de autores con los que Ángel González compartió espacio en la literatura hispánica contemporánea, un campo en el que el ovetense quedará como todo un referente para futuras generaciones de poetas y lectores, desafortunadamente, ya desasistidas en vivo de su sabio magisterio.