martes, 4 de noviembre de 2008

'EN ATTENDANT LE SONGE'. La fiesta de la imaginación

CRÍTICA DE TEATRO

'En attendant le songe'
Autor: William Shakespeare
Dirección y adaptación: Irina Brook
Compañía: Compagnie Irina Brook
Escenario: Corral de Comedias (Alcalá de Henares). 2 de noviembre de 2008


Hay dos vocablos que ‘En attendant le songe’ respeta por encima del resto: imaginación y libertad. El resto es material listo para el reciclaje. Lo primero es un guiño propio de teatreros a la antigua usanza, una interpelación a la creación colectiva, una fantasía acorde al contenido del espíritu del original en el que se basa la función, el ‘El sueño de una noche de verano’ shakesperiano. ‘En attendant le songe’ son seis actores y poco más. La fantasía sale de ellos, de cada uno de los trucos interpretativos que ponen en liza y de la libertad que la directora, Irina Brook, apellido de tronío, les ha concedido encima –y debajo- del escenario. Un teatro que, aunque pueda parecer lo contrario, exige mucho y recompensa en la misma medida. Al fin una función que huye de monstruosidades dedicadas a revolucionar a los clásicos y devuelve al género al terreno de la sencillez y la claridad, donde gana en presencia y poso. Un teatro complicado pese a que la puesta en escena proclame algo distinto. Abultado por el divertido intercambio lingüístico (francés, español y gotitas de griego) y disminuido por algún exceso ya en la parte final que exigiría algo más de mano dura desde la dirección. No todo puede ser perfecto.

Al público, ya se ha dicho, la Compagnie Irina Brook le pide mucho. Que deje volar la imaginación, que vea hermosas damiselas donde hay un hombretón musculado con el ombligo al aire, que se crea que una jovenzuela pueda tener algo más que pelusilla en el mentón, que contemple un bosque mágico en el lugar en el que no hay nada, que los duendecillos se diviertan a ritmo de hip hop. La primorosa construcción de una escenografía verbal es la gran virtud que manifiesta ‘En attendant le songe’ que, en un juego metateatral tantas veces expuesto en las tablas, conecta las dos historias del argumento sobre la experiencia casi real de un grupo de albañiles que ha quedado separado vía conexión aérea de los verdaderos actores de la función. La obra se las ingenia así para romper, arreglar y volver a romper la cuarta pared, en una espiral sin fin. El teatro se equipara a la realidad y lo aleja de la mera representación, a base de una comicidad excelentemente trabajada por un reparto granítico.

Aunque se cuelen deslices como el señalado ya cerca del epílogo, estirado y hasta estilizado al máximo, y otro, ya de orden ortográfico, en los incómodos por himalayescos subtítulos de traducción, ‘En attendant le songe’ devuelve la esperanza a ese espectador atenazado ante tanta experimentación y lenguajes etiquetados como innovadores. Si hay riesgo sobre un escenario, lo que hacen los albañiles ficticios de ‘En attendant le songe’ se acerca mucho al concepto, puesto que son actores que se exponen por completo para hacer algo que aparenta tanta sencillez formal como una agradable comedia de enredos amorosos, que, a fin de cuentas, es lo que no deja de ser al descubierto ‘El sueño de una noche de verano’.

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