martes, 20 de marzo de 2012

'LA CHISPA DE LA VIDA'. Mota, nosotros


CRÍTICA DE CINE


'La chispa de la vida' (Álex de la Iglesia. España, 2012)

Pasan los años y se sigue a la espera de que Álex de la Iglesia haga diana. La suya ya es una trayectoria larga, de pocos baches y sin ese pronunciado pico que haga justicia a la catarata de piropos que el vasco ha ido recolectando desde ‘El día de la bestia’, todavía, y ya han pasado décadas, cumbre del recorrido. Visto lo que hay alrededor, no es poco lo conseguido por De la Iglesia, creador de una carrera respetable y poseedor de ese tanto tan inalcanzable para muchos que es el sello autoral. ‘La chispa de la vida’ respira esa atmósfera tan característica del cineasta, insana, escorada hacia el exceso, habitada por personajes extremos y en ocasiones bordeando el ridículo o la indiferencia. Como le ocurre al resto de su filmografía y pese a sus debilidades, ‘La chispa de la vida’ no defrauda. Tiene personalidad, acoge ciertas imágenes sumamente poderosas y sobre todo traza una aproximación a la crisis que envenena a España. Es, con casi toda probabilidad y puede que sin pretenderlo, la película de De la Iglesia que mejor encaje en el contexto en el que fue rodada. Ya no sorprenden tanto esos personajes extremos. La crisis ha multiplicado la bondad y la maldad de cada una de las personas afectadas y eso se aprecia en ‘La chispa de la vida’. De la Iglesia muestra querencia absoluta por el personaje interpretado por José Mota. La suya, de principio a fin, es una odisea por los bajos fondos de la sociedad del bienestar. Quiere tanto el director a este publicista que lo coloca como paradigma de ese ‘nosotros’ al que tan cruelmente golpea la crisis y lo conduce a un proceso de beatificación y limpieza moral que puede llegar a sorprender por su blancura a sus incondicionales. Hay esperanza, parece gritar el bilbaíno, aunque para ello se apoye, como refleja la escena final, en un tópico fácilmente cuestionable.