CRÍTICA DE TEATRO
'Borges+Goya'
Autor: Rodrigo García
Compañía: La Carnicería Teatro
Escenario: Iglesia de los Remedios (Guadalajara). 14 de octubre de 2006
Una invitación al desasosiego la que proporciona Rodrigo García y La Carnicería Teatro a través de 'Borges + Goya', un par de monólogos con tantas características comunes como dispares. A las dos piezas representadas en una iglesia de los Remedios con dificultades acústicas les une una puesta en escena minimalista y austera, en la que los decorados y la propuesta visual ceden protagonismo al texto.
Este proceso, atípico en los trabajos del irreverente dramaturgo argentino, nace de la desconfianza hacia su propio público, que lejos de implicarse con el puzzle de mensajes que desbordan sus montajes, se quedan con el espectáculo, polémico para algunos, de las habituales salidas de tono de La Carnicería.
En 'Borges', por ejemplo, se presenta en el video inaugural una felación, que incluye culminación, y el discurso está aliñado de improperios varios y de un final grotesco. Es lo de menos. Rodrigo García, a través de su ‘alter ego’ interpretativo, pasa de la fascinación juvenil de un chaval por Jorge Luis Borges al más absoluto desprecio por su actitud política, metiendo en el mismo saco a Octavio Paz, "el poeta que nunca se mojó por nada ni por nadie, el poeta condecorado". Radical y con una puesta en escena que apuesta por un estatismo de raíces poéticas, 'Borges' no es para nada una representación reverencial hacia la figura del escritor argentino fallecido en 1986. Puro Rodrigo García, el Borges que muere en el montaje lo hace triturado, convertido en carne y masticado por los seguidores más radicales del Boca Juniors, las Barras Bravas.
La pieza se une a 'Goya' con una procesión de imágenes de acústica chirriante que durante diez minutos generan una atmósfera de desasosiego de esas que propugna La Carnicería. Una crítica, en definitiva, hacia esos artistas que, con el don de influir en las altas esferas y en la ciudadanía, huyen del compromiso como la peste.
'Goya' tiene un perfil más humorístico, pero también con aristas. Aquí la figura del pintor no es un referente negativo como lo era Borges. Es la aspiración de un padre, un hombre desesperado con dos vástagos de 11 y 6 años, seguidor del Atlético de Madrid y con 5.000 euros de bote ahorrados toda su vida. Con ellos se quiere dar un gustazo, entrar de noche en el Museo del Prado cargados de alcohol y cocaína y ver las pinturas negras de Goya, que aquí opera de modelo positivo en contraposición a Borges. El retrato de un perdedor adquiere relevancia dentro de una pieza con ligeros brochazos de denuncia social y cargada de una ironía, cómo no, demoledora.
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