viernes, 6 de octubre de 2006

'DQ PASAJERO EN TRÁNSITO'. Frivolidad visual

CRÍTICA DE DANZA

'DQ Pasajero en tránsito'
Compañía: Rafael Amargo
Dirección escénica: Carles Padrissa
Dirección audiovisual: Juan Estelrich
Música: José Soto 'Sorderita'
Escenario: Teatro Buero Vallejo (Guadalajara). 6 de octubre de 2006

Igual se le ve de profesor en Operación Triunfo, que de actor en la última de Vicente Aranda, que de consejero en un deplorable programa de la madrugada televisiva. Rafael Amargo está en todas partes. El bailarín gaditano para ahora en Guadalajara, donde exhibe en doble sesión un espectáculo que desprende cansancio y cierto desgaste. Curiosa circunstancia que este 'DQ Pasajero en Tránsito' casi haya coincidido en el tiempo con el 'En un lugar de Manhattan' de Els Joglars. Parece puesto a propósito, porque todo lo que critica con extrema sutileza el montaje de Albert Boadella, ese modernismo machacón que desfigura la figura del hidalgo, es lo que significa, en buena medida, la obra comandada por Rafael Amargo. A Boadella le llevarían los demonios si se sentara en primera fila para contemplar una obra como la que pasó ayer por el Buero Vallejo.
Frívola a ratos hasta extremos insospechados y elegante cuando ofrece lo que debería ser sello distintivo, este 'DQ Pasajero en Tránsito' abusa del desenfreno visual que se apodera del escenario desde el primer momento. Del relato del Quijote de Cervantes poco se sabe, enmascarado entre símbolos orientales y una arquitectura visual, lenguaje 'furero', a la que no se le puede achacar falta de poderío hipnótico.
La desconexión entre lo que sucede en las tablas y lo que pasa por detrás, con esas proyecciones en las que tan pronto se ve a dos luchadores de sumo persiguiendo a un Amargo quijotizado como un queso manchego motorizado (pura pedantería) lastra el desarrollo de un espectáculo que se viene a arriba en contados momentos, que no son, precisamente, aquellos en los que un Rafael Amargo enfurecido y con la elegancia guardada en los bolsillos toma el bastón de mando.
Los números corales, con unos artistas enormes y en estado de gracia, son el aval más notorio de este 'DQ Pasajero en Tránsito', que entre la avalancha digital se atreve a criticar con ironía a la SGAE y que guarda un hueco distinguido al hip-hop, una idea bien aprovechada y que regala algún instante artístico de nivel. Sancho Panza es, siguiendo este razonamiento, un bailarín de break-dance que brilla por sí mismo entre la algarabía dramatúrgica propuesta.
De la historia mejor pasar de puntillas: Dos jóvenes japoneses adictos a un videojuego llamado 'DQ III' se enfrentan al poder materializado en forma de multinacionales, casi nada. Para guardar, el trabajo grupal y algunos momentos en los que lo que ocurre en el escenario concuerda con la faceta audiovisual. Muy poco.

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