jueves, 29 de abril de 2010

'HIERRO'. Artesano de lo hipnótico

CRÍTICA DE CINE

'Hierro' (Gabe Ibáñez. España, 2009)

A Gabe Ibáñez todavía se le recuerda en el circuito cortometrajístico por el impacto que causó con ‘Máquina’. La adolescente endiabladamente inteligente y perversa de ‘Hard Candy’ (David Slade, 2006) empequeñece en la comparación con aquella sanguinaria protagonista emparentada con las últimas oleadas de cine nipón de terror. Ibáñez tiró en aquella ocasión de un guión algo endeble para dar rienda suelta a un imaginario bañado de una sangre con la que enrojecía una puesta en escena esterilizada por el blanco.

Es lo que se viene reclamando desde unos años el cine español, artesanos de la imagen. Ya es conocida las elevadas prestaciones que hay a nivel formativo en materia de guión. Faltan directores que sorprendan desde lo estético, cineastas que prioricen por una vez lo visual y sensorial a lo puramente dramático, sin obviarlo necesariamente.

Gabe Ibáñez pertenece a esta generación. Lo demuestra en su debut, la hipnótica ‘Hierro’, película de género sujetada por un guión mínimo y fiada al exceso de una puesta en escena que encandila e hipnotiza y que como contrapunto negativo acaba por desgastar y sobrecargar por ese énfasis por demostrar que el cine es mucho más que texto e interpretación. Sobre esa balanza se (des)equilibra esta propuesta de terror psicológico que guarda su mejor baza en la verdadera protagonista, una isla de El Hierro por la que se despeña Elena Anaya a la búsqueda de su hijo desaparecido.

Poco importará la resolución, atada a un giro que ya no sorprende a unos ojos desgastados por lo presuntamente imprevisible, ante el volcán de imágenes, flash-back y saturación musical ideados por Ibáñez y el equipo técnico, conscientes en todo momento de mirar desde arriba a la otra mitad, la artística. Todo resulta excesivo. Es de suponer que el poso y la experiencia irá progresivamente atenuando esta vigorosa huella estética que, por otro lado, se manifiesta sumamente interesante y provista de una energía pocas veces vista en el celuloide español.

jueves, 31 de diciembre de 2009

'DRÁCULA'. Un Drácula griposo


'Drácula'

Dirección y adaptación: Ignacio García May
Producción: Centro Dramático Nacional
Escenario: TeatroValle-Inclán (Madrid). 23 de diciembre de 2009

Sorprende ver a estas alturas en un centro de producción de titularidad pública un texto de las características de 'Drácula', estirado y reproducido por devoción por todo arte que se le ha puesto por delante, creador de tendencias y moldeador de un personaje universal que no pierde posiciones entre la muchachada. Ingredientes la mayoría para hacerlos encajar en el ámbito comercial. No obstante, el 'Drácula' revisado por Ignacio García May, autor y director que tan buen recuerdo dejara hace unos meses en el mismo escenario con la trepidante 'El hombre que quiso ser rey', se aleja de lo previsible desde los primeros lances, consagrados a las largas parrafadas estáticas. Es el suyo un 'Drácula' introspectivo y trabajado desde las inexploradas profundidades de la mente, lento y que prioriza los aspectos psicoanalíticos sobre aquellos relacionados con las emociones más directas, las más sencillas de sentir sentado en una butaca.

Es un 'Drácula' que no afila los colmillos, ni siquiera presume de ellos, y que deja a los personajes de la célebre historia expresarse de acorde a la época en la que vivieron. La dirección ha apostado por la sobriedad y la contención, rasgos perceptibles en cada una de las interpretaciones decimonónicas y de verbo solemne que deja el montaje. Una historia de amor y desamor tan desgarradora como la relatada por Bram Stoker se queda así pálida, deambula entre personajes a los que les falta chispa y que no logran quitar el tono monorrítmico y parsimonioso que se apodera de la función desde el inicio, más relacionado con una investigación policial de poca monta, donde hay un culpable al que no se teme, que con un insólito caso de vampirismo.

Hay hallazgos rescatables, no todo está perdido, como los aportados desde la iluminación, un interesante juego de sombras y luces que dota a la historia del característico tono sombrío. Hay tantos referentes a la hora de manejar un producto como 'Drácula', ya tan incrustado en el imaginario colectivo, que todo lo que se aparte de esa ración de tinieblas, suspense, miedo a lo desconocido y una pequeña porción de sangre, ya descoloca. Es el principal problema que afronta esta nueva y griposa producción del Centro Dramático Nacional, devorada por su esteticismo, una profundidad que en ocasiones pelea contra la traducción teatral (el final es el mejor ejemplo) y al que ni la imaginación que se derrocha en algunas escenas como el viaje de Harker a Transilvania o el descubrimiento de Mina de su pasión por el líquido rojo, transplantadas del ya citado 'El hombre que quiso ser rey', salvan del tedio.

martes, 20 de octubre de 2009

NUEVA RUTA

No aspiremos al trono de la felicidad efímera.
Conformémonos con resistir unidos
hasta distinguir los copos de nieve del próximo invierno.

De 'Pequeños sueños gravemente heridos' (2011)

martes, 29 de septiembre de 2009

DAÑO PARA COMPARTIR


Recuérdame cuando puedas
para qué vale la vida
si no es posible recordar
el nombre de la calle
en la que dejamos de ser
un par de solitarios
con demasiado daño para compartir.


De 'Pequeños sueños gravemente heridos' (2011)


martes, 18 de agosto de 2009

'LAS MANTAS DE ANGELINA'. Joan Plaza


CRÍTICA LITERARIA

Obra: 'Las mantas de Angelina'
Autor: Joan Plaza
Editorial: Sombra
Género: Novela
Páginas: 140
Año: 2009



SUEÑOS ALEJADOS DE LA CANCHA

Joan Plaza se estableció en una de las casetas de menor tamaño de la Feria del Libro, en uno de los extremos del largo pasillo del Retiro. Compartía espacio con obras de literatura infantil. No hizo valer su condición de entrenador de un equipo de primer nivel como el Real Madrid, a punto entonces de ser ex, para promocionar y aumentar las ventas de la que es su primera novela publicada en español. En voz baja y con la advertencia siempre presente de que todavía se siente un intruso entre los escritores, Plaza dejó momentáneamente el banquillo y la pizarra para dar rienda suelta a un sueño, la literatura. A primera vista, dos territorios que suelen congeniar con dificultad, libros y deportes. Pep Guardiola regaló a Leo Messi un ejemplar de 'Saber perder', de David Trueba, con el plausible objetivo de motivarle y, de paso, que sus inquietudes ganaran peso. El argentino no lo leyó. Simplemente porque no lee, aclaraba unas casetas más allá en tono sarcástico el propio Trueba. Lo habitual, sólo hay que darse un paseo por las páginas de los periódicos deportivos y leer las entrevistas.

En 'Las mantas de Angelina' (Editorial Sombra) no hay ni un vestigio de aliento deportivo y sí una sutil y sencilla deconstrucción del sentido de la vida. Que nadie espere alardes literarios en el debut de Joan Plaza. La novela sale de un impulso muy común en aquellas personas que, desde el púlpito de un inmenso sentido de la responsabilidad, ven la realidad como una sucesión de pequeñas decisiones capaces de alterar, modificar y desviar a lugares insospechados el discurrir de una vida.

Plaza sabe bien qué quiere transmitir y cómo debe hacerlo, sin entretenerse en detalles y transitando por la vía más rápida para conectar con el lector. 'Las mantas de Angelina' confronta sueños y realidad, valentía y rutina. Es, por lo tanto, una novela de choque, dictada desde dentro y que permitirá al lector, al borde de un libro de autoayuda y refresco mental, calibrar si de verdad su existencia está regida por los condicionantes sociales autoimpuestos o por el riesgo que comporta vivir de acorde a los sentimientos verdaderos, en lo que igualmente podría ser una más de las formas del egoísmo que campa en las orillas del siglo XXI.

Narrada en primera persona, 'Las mantas de Angelina' se mueve en dos planos, el real y el ficticio, lo que es y lo que pudo haber sido. Ese otro mundo de sueños, viajes 'dickensnianos' a la infancia, París, Nueva Orleans y Menorca estructurados a modo de flash-back, revela a Julia, una mujer de 40 años, casada y con dos hijos, todo aquello que dejó atrás por temor a la reacción de su familia y ante la posibilidad de dañarla. Llegado el momento, Plaza elude caer en sentimientos como la amargura y la frustración, a lo que son tan proclives aquellas personas que han visto pasar los mejores años sin que se hayan cumplido sus expectativas. Subyace en esta novela breve de lectura rápida, sensitiva e intensamente melódica (toneladas de jazz sureño y pop anglosajón) un optimismo contagioso, tan a la contra de lo exigido por el tema, y que el autor plasma con la fiereza del que sabe que la oportunidad tan deseada puede llegar cuando menos se espera. En una definición pegada a la línea literaria, 'Las mantas de Angelina' vendría a ser el reverso, el lado amable y esperanzador de una novela, tan en boga por el salto al cine, como 'Revolutionary Road', de Richard Yates.

'Las mantas de Angelina' mantiene el mismo tono en todo momento, una virtud en un escritor debutante que no ha dudado en revelar, en un ejercicio nada habitual de humildad, que le faltan lecturas. Es, sin duda, un primer paso admirable el hecho de que una persona tan profundamente ligada al mundo del deporte rompa tabúes en la época de la videoconsola y el I-Pod y se lance de lleno a la literatura, no a esa fórmula encuadernada en forma de biopic literario cuajada de tópicos y vocabulario épico.

Si bien es cierto que a Plaza todavía le falta el poso necesario de la experiencia, lo cual se advierte en una prosa demasiado básica en algunos tramos y en puntuales deficiencias en la traducción del catalán al castellano que se podrían subsanar, 'Las mantas de Angelina' saca a la luz a un creador con un imaginario propio y capaz, desde la sencillez, de obligar a reflexionar sobre los sentimientos más íntimos, algo por lo que ya debería valer la pena dedicar un tiempo a este libro cargado de buenas intenciones.

miércoles, 1 de julio de 2009

'TODOS MIS HERMANOS'. Manel Estiarte



CRÍTICA LITERARIA

Obra: 'Todos mis hermanos'
Autor: Manel Estiarte
Editorial: Plataforma
Género: Autobiografía
Páginas: 288
Año: 2009


BRAZADAS DE DOLOR

Durante dos décadas, el waterpolo español se apellidó Estiarte. El radio de acción del barcelonés se propagó hasta dominar el mapa internacional. Otro deportista pionero en los complicados 80 y los ilusionantes 90, a la altura de ilustres como Severiano Ballesteros y precursor de la oleada actual capitaneada por Gasoles y tenistas de nuevo cuño. Emigrado desde la tierna adolescencia a Italia, cuna junto a Hungría del waterpolo, Estiarte portó durante dos décadas y seis Juegos Olímpicos el brazalete de capitán de una selección irrepetible. Madrileños y catalanes, ciudades casi exclusivas del waterpolo nacional, unidas por las paradas y el carisma de Jesús Rollán, la seguridad de Jordi Sans, la lealtad de Micky Oca y la dureza de Salvador Gómez. Un colectivo que ganó y perdió todo, unido en la victoria y la derrota y, como se comprobó después, triturado por las miserias de la vida.

Tras hacer carrera en Italia, ya de vuelta a España y afianzado en su cargo de puente entre Pep Guardiola y la plantilla del FC Barcelona, Manel Estiarte ha decidido retar a los recuerdos y escribir sobre el pasado. Contar su verdad, teñida y despojada a partes iguales de épica. Balanza completamente desequilibrada que une gestas al límite adornadas por una prosa que bebe del peor periodismo deportivo con un sencillo proceso de desmitificación individual. El colectivo, la pérdida de esa imagen de chicos sanos, ganadores y felices asimilada por la opinión pública, ya lo habían anunciado noticias como el suicidio de Jesús Rollán y las revelaciones de Pedro García, otro de los puntales de la selección, reconociendo que su drogodependencia iba ligada a aquellas imágenes de triunfos, medallas y saludos desde lo más alto del podio.

Estiarte se libera en ‘Todos mis hermanos’ de dos pesos. Uno viene del ámbito deportivo y el otro del estrictamente personal. El segundo esconde una dolorosísima reflexión, la más poderosa de la autobiografía. Un oro, miles de goles y la avalancha de elogios no valen nada si el corazón está vacío. Cuando tenía 24 años, Estiarte contempló como Rosa, su hermana mayor, se lanzaba al vacío desde la ventana de su habitación. Corrió tras ella sin poder evitarlo. En ‘Todos mis hermanos’ lo afronta por primera vez, un testimonio demoledor y alejado de los adjetivos. Un triunfador que competía roto por dentro, incalculables goles que no curaban ni aliviaban. Los héroes, así se le veía, también sufren, en la línea de la más épica de las tragedias griegas.

La parte deportiva rebaja la intensidad y el interés, para disgusto de los nostálgicos del deporte acuático. Estiarte la afronta desde la autocrítica al subrayar comportamientos suyos basados en el egoísmo y en las ganas de sobresalir por encima del resto, actitudes típicas, por otra parte, de la juventud. Justo todo lo contrario, afirma a modo de tutor deportivo y bajo un estilo cuajado de tópicos, de lo que debería ser el líder perfecto. ‘Todos mis hermanos’ adopta un tono casi de manual de formación de deportistas ejemplares. Estiarte pasa revista a todos sus fallos, se arrepiente de su falta de compañerismo y añade unas cuantas anécdotas simpáticas –alguna brutal, como los métodos del técnico croata Matutinovic- a modo de rápida pincelada.

Las otras, la cara B de la selección, se reservan en un rincón de la memoria. Sólo se intuyen desde la brevedad. Estiarte prefiere no entrar en detalles, aunque el peso de la realidad multiplique el impacto de situaciones que no pasarían de ser meros destellos en el conjunto de la obra. Ocurre en un párrafo, en apariencia uno más. Estremecedora es la imagen generada por una escena relacionada con la muerte de Jesús Rollán, cuando la madre del malogrado portero se acercó a Estiarte en el tanatorio y le preguntó qué les había pasado. Grandes amigos, se habían distanciado tras la retirada del segundo y llevaban tiempo sin hablarse por motivos irrelevantes. Estiarte no supo qué responder.

Las lecciones a extraer de este pasaje, la democratización de un dolor que no entiende de clases y los lazos a veces tan débiles que sujetan la amistad verdadera, valen como resumen de un libro en el que, quizá por sorpresa, lo deportivo pierde por goleada ante el ejercicio catártico que debió suponer para el autor afrontar un proyecto retrospectivo de tal envergadura.

miércoles, 10 de junio de 2009

'GROZNI'


'GROZNI', 26 de mayo de 2009
Paraninfo de la Facultad de Filología (Madrid)
XIII Certamen de Teatro Universitario de la UCM
http://teatrosumergido.blogspot.com/2009/05/sumergidos.html

martes, 12 de mayo de 2009

ANTONIO, ANATOMÍA DE UN MITO


El mundo está hecho al revés. Amigo de muchos, aunque nunca lo supiera (J). Fiel compañero de tantas noches en vela. Silencioso cómplice de conversaciones sordas a dos bandas. Perpetuo sufridor insufrible apresado dentro de un puzzle en el que no encajaba. Copiloto de tantos viajes a la búsqueda de un pellizco de felicidad. Magia y cenizas en el aire repartidas a partes iguales. 3.000 noches mecidas por el oleaje de una sensibilidad oceánica.

Todo lo que se pueda escribir y leer ya de Antonio Vega sabrá a poco, incapaz de definir a una personalidad complejísima ni de explicar el origen del mayor talento peor cuidado de la música española. Lejos del tumulto y las reconstrucciones biográficas quedarán para siempre sus canciones, el mejor legado de un artista único.

“Llevaba toda la vida muriéndose y nadie le creía”. Mejor expresado imposible. Hasta ahora. Un grande. El círculo se ha cerrado. ‘Desordenada habitación’ ya puede sonar en armonía.

miércoles, 29 de abril de 2009

DECISIÓN

- Vamos a ponernos en marcha y no vamos a parar hasta que lleguemos allí.
- ¿A dónde vamos, tío?
- No lo sé, pero vamos a ir.

('En la camino', Jack Kerouac)

martes, 14 de abril de 2009

'SI UN ÁRBOL CAE'. Isabel Núñez



CRÍTICA LITERARIA

Obra: 'Si un árbol cae'
Autora: Isabel Núñez
Editorial: Alba
Género: Ensayo literario
Páginas: 365
Año: 2009


LA OTRA TRINCHERA

Acerca del papel de los intelectuales en tiempos de guerra se han derramado toneladas de tinta. La lógica dentro de la irracionalidad que implica un conflicto bélico explica que deberían ser los primeros en dar las señales de alarma, poner sobre aviso y denunciar toda conducta guiada por la violencia. Sobrevuelan todavía los versos del ‘Poema de Beirut' de Mahmud Darwish, "necesaria es la poesía en tiempos de paz, pero más necesaria aún es en tiempos de guerra". Las dos guerras de los Balcanes permitieron poner a estudio la influencia de los intelectuales en la construcción y devenir de un conflicto, con una literatura nacional partida en pedazos y otros autores de talla internacional defendiendo posturas desde trincheras separadas.

Tras un lustro de investigación, lecturas y viajes de ida y vuelta, Isabel Núñez aborda la cuestión en ‘Si un árbol cae' (Alba, 2009), una colección de entrevistas a una larga veintena de autores balcánicos de primer nivel. El balance que se extrae en esa investigación planteada desde un ángulo inédito es profundamente desolador. "Puede que ésta haya sido la única guerra de la historia planeada y dirigida por escritores", sostiene el autor de origen montenegrino Marko Vesovic en referencia, entre otras anotaciones, a la relación que mantenían con la literatura representantes de la política, con Slobodan Milosevic a la cabeza, al igual que su mujer, Mira Markovic, y su mano derecha, Radovan Karadzic, poeta de saldo encumbrado a falta de una crítica especializada de rigor y libre de ataduras.

Isabel Núñez ya había dado pistas de su predilección y conocimiento de los Balcanes al traducir al español una obra imprescindible y dolorosamente veraz como ‘No matarían ni una mosca', de Slavenka Drakulic. La croata, señalada por los medios de su país como una de las cinco ‘brujas del río' por no apoyar las tesis gubernamentales, proporciona alguno de los mejores entrecomillados de ‘Si un árbol cae'. Ejemplifica el valor del escritor que no se rinde y que asume que lo peor de una guerra puede venir después, cuando los focos de la opinión pública internacional ya han dejado de alumbrar a la zona y aflora el victimismo y la negación de la memoria. Drakulic defiende la opinión de que la guerra de los Balcanes fue fruto de la tergiversación y manipulación de la historia y los mitos. Otra escritora croata le replica al decir que exagera al describir los efectos de la contienda en Zagreb. De esta forma, los entrevistados entran en relación, cruzan opiniones, se matizan, apoyan teorías y debilitan otras desde la distancia. En otra decisión bien aprovechada, el libro respira de la avalancha de datos y reflexiones gracias al testimonio del ‘yo' viajero de la autora. Postales descriptivas de trazo rápido y literario, casi instantáneas de segundos, con los que dibuja su paso por las principales ciudades de la ex Yugoslavia, Belgrado, Zagreb, Ljujblana, Pristina y Sarajevo.

Núñez se revela como una entrevistadora idónea, que sabe escuchar, se guarda las preguntas más incisivas para el final y deja que el protagonismo caiga al otro lado de la mesa. Así destapa el perfil de los protagonistas del libro, un conglomerado de voces plurales, cada una dotada de su propia individualidad. Unos vivieron el conflicto desde las mismísimas entrañas. La ensayista croata Grozdana Cvitan empuñó un arma, Marko Vesovic escribía en un intento de aliviar el sufrimiento de la población del Sarajevo asediado y el albano-kosovar Shkelzen Maliqi tuvo que desplazar en Pristina sus inquietudes literarias del ámbito institucional al ‘underground'. Otros reflexionan desde el exilio. El testimonio de Aleksandar Hemon, sarajeviano afincado en Chicago, pulsa otra de las claves cuando describe el estado de desesperanza, cansancio y derrotismo que percibe tras lo sucedido en Bosnia. Todos con algo que decir (sobrecogedora la conversación entre dos niños extraída de una obra del bosnio Ozman Kezbo: "¿Tú con quien vas? ¿En la guerra o en el fútbol?") y que en conjunto aportan su propia visión del conflicto, sin que exista unanimidad en las conclusiones.

Mayoritaria es la opinión que concede una importancia fundamental al discurso nacionalista de Milosevic, apoyado por una élite intelectual y fundado sobre la recuperación de mitos del pasado y la construcción de un enemigo, el ‘otro'. Otras voces hacen referencia a cuestiones territoriales, a la complicidad silenciosa de la población civil y a teorías de raíz antropológica como el enfrentamiento entre la modernidad cosmopolita urbana y la tradición patriarcal del medio rural. La historia es otro factor aludido con reiteración, la falta de conexión que hubo por parte de un presente empeñado en olvidar lo que pasó en la Segunda Mundial.

Caso aparte merece la aportación de Miroslav Toholj, ex ministro de Información de la República Serbia de Bosnia, escritor y editor, único testimonio de los denominados ‘meanies', aquellos creadores implicados en el discurso del odio. Todo un indicativo sociológico que sólo un individuo de este sector respondiera a las peticiones de Isabel Núñez, enfrentada a una entrevista de las que duelen, cara a cara frente a un editor capaz de declarar que la última obra de Karadzic le parecía "un nuevo ‘Ulises' de James Joyce". El poder en manos de otro político que ocupó puestos de relevancia durante las guerras de los Balcanes, un hombre oscuro y adherido a la maquinaria bélica más sangrienta que se dedicaba y apreciaba a la literatura, un dato que devuelve al inicio, la reafirmación a la sentencia de Vesovic que envuelve al conjunto de la obra.

Hay ausencias que se hacen notar, como la del albanés Ismaíl Kadaré, intelectual implicado al máximo en la cuestión kosovar, con obras como ‘Tres cantos fúnebres de Kosovo' y ‘Diario de Kosovo', armadas de una prosa volcánica e incontenible y que puede que deje algo exiguo el capítulo dedicado a esta zona, que se niega a abandonar la actualidad. No lo suficiente, en todo caso, como para desequilibrar el tonelaje de reflexiones de peso esgrimidas por el resto de entrevistados, hábilmente hiladas por Núñez.

A medio camino entre el ensayo sociológico y el reportaje periodístico enraizado con la literatura, la autora toca otros aspectos como el papel jugado por el feminismo de la región a lo largo del siglo XX, el irracional vuelco que se dio del comunismo de Tito a un nacionalismo recalcitrante -un paso que se revela de distancia insignificante-, el daño que la guerra ha producido a la generación que hoy tiene entre 28 y 40 años, aquellos jóvenes de los 90, y la implicación de Europa y Estados Unidos en el conflicto, con juicios tan demoledores como el del poeta esloveno Ales Beljebak: "Si esta guerra no hubiera implicado a musulmanes, Europa hubiera evitado el genocidio".

Tiene un valor añadido ‘Si un árbol cae', un último regalo. Alumbra a una fiable representación de la literatura balcánica, poco traducida y menos leída y que no dejó de producir, al contrario, en sus tiempos más sombríos. Rescata y pone al lector tras la pista de autores cuyas carreras merecen un pormenorizado escrutinio. Valgan los ejemplos de los ya citados Hemon, Drakulic y de Dubravka Ugresic. Aunque, en todos los casos, la lectura seguirá sin despejar los verdaderos motivos que llevaron al desastre a los Balcanes, esa zona de la que Winston Churchill expuso en su momento que producía más historia de la que podía consumir.

(Publicado en www.lacallemayor.net/dyn/cultura/libros/criticas-de-libros/)