domingo, 19 de agosto de 2012

'THE SWELL SEASON'. El amor dura una gira


CRÍTICA DE CINE

'The Swell Season' (Nick August-Perna, Chris Dapkins, Carlo Mirabella-Davis. Estados Unidos, 2012)

Los analistas del ramo se basan en estudios y teorías químicas para asegurar que el amor de pareja no se extiende más allá de los tres años. Los protagonistas de 'Once' ni se acercaron a la cifra: lo suyo duró una gira. 'The Swell Season' opera como el reverso grisáceo de aquella fábula blanquecina que se tituló 'Once' (2006). Aquella película llegó a la cúspide desde la nada, abanderada por la hermosa 'Falling slowly', una canción que pasó de 'hit' del tarareo a ganar el Oscar. La sinceridad de esa propuesta acunada en las aceras de Dublin redobló dulzores en cuanto saltó la noticia fuera del plató. Sus dos protagonistas, aquel músico callejero pelirrojo y la muchacha checa que vendía flores en la calle y le miraba de reojo, iniciaron un idilio más allá de lo profesional. Ni el mejor de los cuentos de hadas escuchados en la infancia.

'The Swell Season' mira a lo que vino tras 'Once' y la estatuilla. Son los inicios de la fama, la fotografía con el fan, los viajes por carretera, los auditorios a rebosar, los autógrafos no importa dónde, la ardua tarea de mantener un amor que se encendió de una forma poco convencional. El documental se revela como una pequeña pieza que, de inicio, no manifiesta excesivas ambiciones argumentales. El día a día de una larga gira por Estados Unidos y las relaciones que se tejen entre los componentes del proyecto no es algo demasiado novedoso en el género. El material apuntaba para consumo de seguidores de Glen Hansard y Markéta Irglová. Las grabaciones engordan con la incorporación de la banda sonora. Suena a lo largo del metraje el largo cancionero de ambos artistas, buenas piezas, melancólicas la mayoría, que añaden pizcas de tristeza a unas imágenes que probablemente no las necesitasen.

Entre recitales, cervezas, alguna sonora bronca, muchas sonrisas, furgonetas y canciones los protagonistas se van abriendo, casi sin darse cuenta. Por esos agujeros se cuelan casi imperceptiblemente las diferencias que les separan. A un lado se sitúa Hansard, músico curtido en bares y de suerte esquiva hasta 'Once', inquieto, de tortuosa infancia e intentando aprovechar cada resquicio de la nueva situación que le toca afrontar. Peor lo lleva Irglová, retraída, con miedo a fallarse a sí misma, a perder lo que le mantiene a salvo, su propia personalidad.Mediante fogonazos de una cámara que se inmiscuye dentro de estas vidas sin hacerse notar en exceso, se ve cómo la distancia entre ambos, pese a permanecer juntos en cada fotograma, se va agrandando.

'The Swell Season' desemboca en una conversación en una cafetería de una ciudad de la República Checa. Es el cúlmen, la catarsis. La escena dura apenas un par de minutos, pero dice más que muchísimas horas de metraje dedicadas a evocar qué es una ruptura, qué supone y qué secuelas deja al instante. Con ese sabor agridulce se despide esta pieza de apenas setenta minutos de duración que inesperadamente se eleva por encima del posible interés y simpatías que puedan despertar los protagonistas. Porque de lo que habla, aunque no fuese el objetivo inicial, es de algo que fluye por otras latitudes, lejos del escenario. Y pocas veces se ve con tanta nitidez en una pantalla.

miércoles, 8 de agosto de 2012

'CARTAS DE AMOR A MINA LOY'. Arthur Cravan


CRÍTICA LITERARIA

'Cartas de amor a Mina Loy'
Autor: Arthur Cravan
Editorial: Periférica (2012)
Páginas: 71




AMOR A PUÑETAZOS

Hay quien dice que el amor, como la esperanza, no existe. Ante tal afirmación, lo más probable es que Arthur Cravan, poeta y boxeador, respondiera con un puñetazo. Tras el gesto violento dejaría encima del cuerpo caído un verso con el que reafirmaría la tesis inicial. Así es 'Cartas de amor a Mina Loy', un combate pugilístico entre la razón y el sentimiento del autor, el febril relato de un enamoramiento tan profundo como hiriente, llevado hasta lo más recóndito del abismo. Los mejores amores son así, parece proclamar el trágico desenlace de esta historia, precipitados, volcánicos, intensos, siempre demasiado cortos.

'Cartas de amor a Mina Loy' recopila las misivas que Cravan escribió a la poeta y pintora norteamericana durante el segundo semestre de 1917, un año antes de que desapareciera a bordo de un velero en el Golfo de México. En ese periódo tuvo tiempo de viajar por el este de Estados Unidos, enrolarse como marino, trabajar en una granja, pasar la frontera a Canadá vestido de mujer y llegar a México a la búsqueda de minas de plata. Las postales enviadas con metódica disciplina entre tanto movimiento muestran a un Cravan poliédrico. Están todos los estados de ánimo posibles, la pasión, los celos, el dolor, la obsesión, el delirio. el enfado y quizá el peor, el rechazo que impone el silencio, la ausencia de respuesta, aquel correo que no llega. Todo para culminar con un verso demoledor, “la vida es atroz”, punto final a una última carta estremecedora y cuya lectura nos da la imagen de un Cravan impregnado de un ideal romántico tan real entonces como irreal puede estar considerado en la actualidad.

Más allá de lo estrictamente íntimo y de la fascinación que puede producir el malditismo de un personaje como Cravan, 'Cartas de amor a Mina Loy' tiene el aliciente de observar el desarrollo de una relación epistolar, con sus picos y sus pronunciados descensos. En una época como la actual, en la que escribir a mano una carta va siendo arrinconado en beneficio del correo electrónico, este pequeño volumen, de apenas setenta páginas, adquiere un valor adicional como testimonio de un género literario ya casi en desuso.