sábado, 19 de marzo de 2011

LA LLUVIA EN EL CINE ESPAÑOL




FOTOGRAMAS A REMOJO
La lluvia se mantiene como el fenómeno atmosférico favorito de los cineastas

El cine español no canta bajo la lluvia. A la inversa, sufre, padece y en contadas  ocasiones se adhiere a sensaciones placenteras. Generalmente a la lluvia se le adjudican sentimientos nostálgicos, aunque Stanley Donen advirtiera en aquel filme icónico de 1952 que contaba con propiedades curativas para el alma. Por la poderosa influencia del cine estadounidense, la lluvia cinematográfica, bailarines aparte, se asocia al romanticismo y a la profundidad psicológica, sea fingida o no. Nada banal sucede en la pantalla bajo el manto de las lágrimas que vierte el cielo. La lluvia no arropa escenas intrascendentes, ni para el espectador –la batalla final de ‘Matrix’ (1999)- ni para los protagonistas, que se lo digan a Jonathan Ryhs Meyers, partenaire de Scarlett Johannson en el célebre achuchón acuático de ‘Match Point’ (2005). Al otrolado del Atlántico no hay término medio. Todo se mueve entre esos dos perfiles. Desde una lluvia que anticipa el peor dolor de todos, el del alma –‘Los puentes del Madison’ (1995)- hasta la reafirmación de que el amor puede demoler todo obstáculo.

En otras latitudes la lluvia cinéfila se manifiesta bajo otros disfraces. En la última hornada de cine de terror oriental juega un papel perverso, casi demoníaco. Anticipa la llegada del espíritu de turno, generalmente niña de infancia deshecha y caída a un pozo por culpa de algún familiar demente, el caso de la saga ‘The ring’. Un nipón alejado de todo tópico, Akira Kurosawa, usó y a veces abusó del recurso de la lluvia, pintándola de negro incluso para dotarla de mayor intensidad.

Razones de presupuesto y otras inexplicables hacen que la lluvia no cobre semejante protagonismo en el cine español. El rechazo, al menos hasta hace un par de años, a todo lo que oliera a cine de género se erige como una de las causas de esta situación. Por eso, los que más y mejor han recurrido a la lluvia como recurso dramático han sido los manipuladores de sentimientos, los especialistas en drama, abundantes en la filmografía española. En la memoria se almacenan infinidad de escenas relacionadas con este fenómeno meteorológico, la mayoría de perfil nocturno y con beso o abandono unilateral de por medio. Algunos cineastas, es el caso de dos veteranos de la industria como Vicente Aranda y Pedro Almodóvar, confunden a veces lluvia con otro tipo de humedad más carnal.

De todo sirve en bandeja el cine español, como lo demuestra el título de la película que intentará representar al país en los próximos Oscar (‘También la lluvia’, de Iciar Bollaín) y estos fotogramas rescatados de largometrajes claves de los últimos años, con un leve guiño a un cineasta universal de procedencia albiceleste. Sólo hay que abrir el paraguas para protegerse ante lo que se avecina.

ESCENA 1. ‘Hable con ella’ (2002) rivaliza con la genuina ‘¿Qué he hecho yo para merecer esto?’ (1984) por el título de película más completa de Pedro Almodóvar. La intensidad no decrece, las extravagancias tan típicas del cineasta manchego apenas se hacen notar y, por encima de todo, se alzan unos personajes rotundos, coronados desde la inmensidad del dolor y la soledad. Javier Cámara dejó la comedia popular (la serie ‘Siete vidas’) y la soez (‘Fuera de carta’ -2008-) para bordar su mejor trabajo hasta la fecha, en una demostraciónde que puede respirar alejado del humor. Benigno es enfermero, un hombre sensible enamorado perdidamente de la mujer a la que cuida, Alicia, y abocado inexorablemente a la tragedia. La lluvia es su antídoto contra la tristeza. Alicia cayó en coma cuando llovía y Benigno quiere reencontrarse con ella en un día tormentoso. Almodóvar usa la lluvia como entidad purificadora, limpiadora de conciencias atormentadas. En otras películas suyas la lleva a un ámbito más terrenal. Es el caso de la célebre escena de la lluvia dorada de ‘Pepi, Luci y Bom’ (1980), en realidad cerveza surtida por una manguera.

ESCENA 2. Vicente Aranda, mal que les pese a muchos, es todo un clásico del cine español. El octogenario director dejó para el recuerdo una de las escenas más impactantes relacionadas con la lluvia. Sucedió en ‘Amantes’ (1991), aquella película de resonancias internacionales en la que la experta Victoria Abril y la bisoña Maribel Verdú competían por algo más que el amor de un jovencísimo Jorge Sanz. El turbador y rojizo desenlace en un banco situado frente a la Catedral de Burgos aparecía cubierto por una lluvia torrencial. Se ponía fin así a una intriga pasional que demuestra que alguna vez Vicente Aranda tuvo algo interesante que contar. El cineasta volvió a recurrir al líquido, a una novela de Juan Marsé y a Victoria Abril y Jorge Sanz para generar una escena inclasificable, entre el esperpento y la insolencia, una más de su amplio repertorio erótico. Se puede ver en ‘Si te dicen que caí’ (1989), por otro lado un filme merecedor de la peor de las tormentas tropicales.

ESCENA 3. Si la lluvia se asocia a sentimientos, no puede faltar en el repaso el nombre de Isabel Coixet. La primera escena de ‘Mi vida sin mí’ (2003), con la lluvia empapando los pensamientos de Sarah Polley, vale como resumen del uso que proporciona la cineasta barcelonesa a este fenómeno. La lluvia para Coixet es como las lágrimas. Significa nostalgia, sensibilidad, sentimientos, melancolía y un pellizco de esperanza. Las tormentas que se desatan alrededor de la plataforma petrolífera de ‘La vida secretas de las palabras’ (2005) gritan lo mismo, la llegada de una ayuda redentora desde un algo indefinible.

ESCENA 4. Habitualmente, de un buen libro no sale una excelente película. ‘Soldados de Salamina’ (2003) no evitó el debate estéril sobre qué es mejor, la novela o el largometraje. Aunque compartan un mismo objetivo, no hay que caer en el error de comparar dos lenguajes artísticos diferentes. De la novela de Javier Cercas, que puso en primer plano el tema de la recuperación de la memoria histórica, a la adaptación cinematográfica de David Trueba, hay un par de modificaciones inocuas y un respeto casi reverencial al espíritu de las letras. Mejor escritor que director, el hermano pequeño de Fernando Trueba saldó con buenos resultados un proyecto arriesgado, como son todos los que tocan la Guerra Civil. Para el recuerdo dejó un par de escenas imborrables con la lluvia pidiendo paso. La primera, acompañando a la melodía de ‘Suspiros de España’, cantada por un soldado fusil en mano y, en segundo lugar, protegiendo al protagonista en su desesperada huida de una muerte segura por el bosque.

ESCENA 5. Para finalizar, el mago Juan José Campanella, el argentino que convierte en oro todo lo que toca. Cineasta de fibra sensible, en exceso para muchos, tiró de lluvia para registrar un naufragio sentimental finalmente subsanado en ‘El hijo de la novia’ (2001). Su actor fetiche, Ricardo Darín, se queda descompuesto bajo un aguacero hiperbólico, desprovisto de paraguas y con un ramo de flores que acabará en un cubo de basura. La lluvia milagrosa pondrá un parche en forma de beso minutos después. En ‘El mismo amor, la misma lluvia’ (1999) Darín y Soledad Villamil desnudaban sentimientos a golpe de parabrisas. Gotas, gotas y más gotas que no hacen más que confirmar la primacía de la lluvia como fenómeno atmosférico favorito del cine. Por mucho que sople, el viento tendrá que esperar.

'Fotogramas a remojo', artículo sobre la lluvia y el cine español aparecido en la revista Iberystyka ¿? de la Universidad de Varsovia (págs. 8 y 9).
http://www.iberystyka.uw.edu.pl/pdf/jornal/jornal-21.pdf