martes, 31 de julio de 2007

'CAFÉ SOLO... O CON ELLAS'. Gatillazo tremens (*)

CRÍTICA DE CINE

(Pongan en un vaso 'Al salir de clase', alguna pieza de la saga 'Porky's' y 'American Pie' y obtendrán esta comedieta vulgar y simplona, Premio del Público en el Festival de Málaga. Pierde muchísimo en la comparación con otra comedia de la cartelera, 'Los Simpson' . Lo que más les distancia es una única cualidad. Simplemente, ingenio. Curiosamente, todo lo que les separa lo une la taquilla. La primera es la española que más dinero ha recaudado en lo que va de año, la segunda va camino de destronar a Harry Potter, saga de la que los pupilos de Matt Groening se ríen con lucidez. Desconcertante)

Puede pasar por muchos calificativos, pero ‘Café solo... o con ellas’ no juega al engaño como tantas muchas. Al minuto de metraje, ya se ha pronunciado la palabra ‘follar’ en un par de ocasiones. No hay que esperar demasiado para dar la bienvenida a la primera escena de cama prescindible. Menos todavía para ver cómo el director recurre al gag escatológico, al que se invoca para elevar el tono inane de cada una de las pinceladas que componen este trabajo, todo un cuadro. El debut de Alvaro Díaz Lorenzo está poblado de jovencitos hormonados cuya única preocupación las 24 horas del día es el sexo. Olvídense de las hipotecas, del paro y de esas otras tonterías que, se comenta, preocupan a la alegre muchachada española. A la cola de todo ese ciclón de series que a mediados de los 90 causaron furor en la televisión del país, 'Café solo... o con ellas' se las ha ingeniado desde su absoluta simpleza argumental, un guión hecho a retazos en el que es mejor no indagar, para ser la película española con más recaudación de lo que llevamos de año, algo que debería llevar a la reflexión general. Todo este trabajo se fundamenta a base de tópicos, encabezando el ránking el cuarteto protagonista. Cada uno de los héroes, labrados al más puro estilo 'American Pie', ocupa sin nada de brillantez la parcela correspondiente al estereotipo que le han adjudicado –el ligón, el empollón, el gordito gracioso y el buenazo-. Por no faltar, ahí está la actriz veterana puesta con calzador en el intento de dar mayor fuste al contenido, en este caso Terele Pávez, que, al menos, aporta algo de credibildiad a su papel de furibunda abuela franquista. Lo demás se construye bajo el consabido efecto del ‘todo vale’. Lenguaje soez y sin que llegue a estar bien caricaturizado, algún buen intérprete –Lucía Jiménez- sosteniendo lo indefendible, una historia estructurada a base de chistes verdes de parvulario y elementos pretendidamente románticos que sólo resultan empalagasos, y mucho sexo, en su faceta discursiva fundamentalmente, desde una visión infantil y sin aportar nada nuevo a un género estancado. Poco más ofrece una película hecha para un público determinado, adolescentes masculinos, y para pasar un rato de una forma distendida y despreocupada. Por ahí nada destacable. Lo negativo es que ridículos disparates como éste, que incluso llegan a tomarse a chufla un posible homicidio, se hayan llegado a vender como un cúmulo de situaciones verosímiles, propias del colegueo universitario. Produce miedo, o más bien dolor, pensar que pueda llegar a ser verdad.

domingo, 29 de julio de 2007

A LA PISCINA (V). Reivindicación

Restaba disipar la incertidumbre sobre cómo han afrontado el paso del tiempo el grupo de canciones, de temática juvenil e intrascendente la mayoría, que glorificaron, por poco tiempo, a Los Ronaldos. Coreadas en la veintena tenían su punto. Cuando el DNI se aproxima a las cuatro décadas, la perspectiva con la que se afrontan es diferente. El resultado de este batiburrillo generacional, que está siendo exprimido al máximo por este revival ochentero al que nadie quiere faltar, fue un zumo sabroso, sin rastro de esos grumos flotantes que dificultan la absorción de líquidos. Los Ronaldos plantearon en Cabanillas del Campo un concierto a mil velocidades y diligente en el que con furia guitarrera entronizaron un grupo de canciones extremadamente sencillas en su concepción, directas, divertidas y rebosantes de sinceridad. Lo que aquí viene sí intenta ser una crónica de lo que sucedió la noche del sábado, no el ‘debería haber sido’ que, bajo un prisma de actualidad se vende desde diferentes puntos comunicativos. Aquí una primera reivindicación. La segunda, la de los propios Los Ronaldos, una gratísima sorpresa. La nota distintiva la pone Coque Malla, ese pequeño gran artista que no cesa de contonear la cadena al compás del guitarreo rabioso de Luis Martín. Malla es un auténtico superviviente, uno de los niños malos de la música de este país. Dejó Los Ronaldos cuando ya no creía en el proyecto. Se metió a actor, con desigual resultado. Pasó a las portadas de las revistas del corazón y acabó, no hace mucho, sacando un libro-disco extravagante que fue destrozado por la crítica. Prometió volver y aquí está. Lo cierto es que se lo toman desde el lado divertido. Los Ronaldos, al contrario que otros, no reivindican postulados de otro tiempo, ni en lo musical ni en lo vital. Disfrutan tanto con los temas veteranos -‘Adios papá’, ‘Qué vamos a hacer’ o la dulce balada ‘No puedo vivir sin ti’- como con los nuevos, ese LP de cuatro composiciones, entre las que sobresale ‘El león’. Profesionales, hacen su trabajo, excelentemente, y se marchan. Sin engañar a nadie, no como otros.

A LA PISCINA (IV). Amigo Fescigu

El Festival de Cine de Guadalajara se ha topado con todo tipo de trabas, enemigos y obstáculos a lo largo de su cinco años de existencia. Al contrario de otros acontecimientos y asociaciones culturales de vida plácida y estabilidad garantizada, el Fescigu ha estado al borde del abismo más veces de las deseadas. El error en el que ha incurrido el festival es irresoluble, lo que le puede conducir a un futuro poco esperanzador. El Fescigu, que ha alcanzado cuotas de asistencia tan elevadas como sorprendentes los cuatro últimos veranos, para disgusto de gestores culturales de la ciudad, está organizado por una asociación privada. En el centro de Cinefilia se encuentra, además, una persona que se caracteriza por su independencia, que no duda en criticar públicamente aquello que considera injusto y que defiende con fogosidad verbal su pequeña creación, hoy más crecidita, gracias, fundamentalmente, al apoyo del público. Resumiendo, Luis Moreno acumula todo lo que el protocolo político e institucional rechaza. Por ese lado se encuentra uno de los problemas del festival, sometido a los vaivenes subjetivos de las subvenciones de las instituciones, timoratas con todo aquello que se escapa de sus redes de funcionamiento. Esa independencia le ha proporcionado grandes disgustos al Fescigu, peleado con políticos de todo tipo y perjudicado por algunas decisiones que le han impedido crecer y desarrollarse al ritmo que sus organizadores deseaban. Si a Moreno le ha faltado tacto en las relaciones con los que manejan el dinero, peor retratados han quedado los que han dejado pasar, casi definitivamente, la posibilidad de dotar a Guadalajara de un festival de cine señero en la región. El salto a la relevancia nacional, sólo hay que ver lo que le ha costado al vecino Alcine de Alcalá de Henares, con 36 años a las espaldas, son ya palabras mayores en un circuito saturado de eventos cinematográficos centrados en el cortometraje.
En este lustro, el Fescigu se ha ganado el cariño y la simpatía de un público mayoritariamente joven. A la vez, ha conseguido que se le identifique con un periodo, el verano, y con una sede monumental, el Palacio del Infantado. Por todo esto, la quinta edición, que se celebrará en diciembre y en el Centro San José, será una prueba de fuego para el festival. Los resultados que obtenga este año, sean positivos o negativos, determinarán sus futuro. En sus cuatro ediciones, las ha vivido de todos los colores. Experiencia le sobra. Pero de lo que no tiene antecedentes es de la respuesta del ciudadano en fechas poco propicias como mediados de diciembre y en un entorno con unas características antagónicas a las del Infantado. Otro reto más para uno de los eventos culturales que más opiniones ha suscitado en la ciudad el último quinquenio.

A LA PISCINA (III). Muchos cuentos

Se escucha en los pasillos culturales de Guadalajara que uno de los primeros comentarios de un alto cargo de la ciudad acerca del FUT fue más o menos el siguiente: “Eso es muy caro y no va casi nadie”. El Festival de Teatro Urbano está condenado desde su inauguración hace cuatro años a una rumorología venenosa. Ha sido el centro de la diana sobre la que han apuntado sus dardos más afilados tanto representantes de otras asociaciones culturales, no sólo las relacionadas con la escena, como partidos políticos en la oposición. Lo nuevo asusta en una ciudad que se niega a mirar hacia delante con un entusiasmo renovado. El FUT es el mejor ejemplo de cómo un evento cultural es engullido a base de ideología y no de hechos comprobados. Si todo se desarrolla según las pautas previstas, la actual puede ser la última edición de un festival minoritario, programado con riesgo y al que no se le podrá quitar la etiqueta de pionero en la región. Porque al FUT se le puede retocar. Es más, es necesario en alguna de sus parcelas. Pero lo que no se puede es obligarle a cambiar radicalmente, de un año a otro, su plan de acción. Pongámonos en lo peor. Leo Bassi es demasiado irreverente. Sólo hay que recordar lo sucio que dejó el hall del Teatro Buero Vallejo aquella noche ‘futera’ iniciática, con plumas y cáscaras de huevo y que tanto escandalizó a algunos políticos, que conocieron el caso de oídas. Las obras de la compañía Animalario, otro de los fijos, se caracterizan por un idealismo progresista que para muchos carece de contenido y resulta impostado. Rodrigo García –el de las felaciones en una iglesia y el asesino de bogavantes–, más que molesto, puede resultar irritante, no apto para conciencias adormecidas. El caso es que en eso consiste la dramaturgia contemporánea. Y si va poca gente, no es el parámetro bajo el que exclusivamente se deba medir el rendimiento de un proyecto. La calidad suele andar a la greña con la cifra de asistentes, como se puede comprobar con el mando de la televisión en la mano. Lo peor es esa pose de opinar sin conocer. Más dañino es observar los aledaños del Buero Vallejo, convertidos en feudo de los graffiteros y en hogar de todo tipo de material desechable, antes, ahora y si no se remedia, siempre. Ahí si que deberían multiplicarse los esfuerzos, no en debilitar cualquier nueva opción cultural que surja de Guadalajara, y no sólo el FUT. Que no se puede estar toda la vida viviendo de los cuentos.

A LA PISCINA (II). Música y Guadalajara

La primera medida que ha tomado la Concejalía de Juventud y Festejos es la creación de un festival musical, Guadarock, que encenderá el motor de las Ferias y Fiestas de Guadalajara. La iniciativa irrumpirá a partir de septiembre con un objetivo fundamental, apoyar a los músicos de Guadalajara. Si en cuanto al fondo es un proyecto loable y que no admite matices, si se analiza con mayor profundidad resulta, además de poco sensato a tenor de lo ocurrido los últimos cuatro años, un ejercicio estético de cara a la galería. Si de verdad se quiere ayudar a la escena sonora local se debe descender unos cuantos escalones más, arremangarse y si llega el caso, ensuciarse. El campo de las actuaciones en directo es, probablemente, el que menos cobertura necesita en Guadalajara. Desde hace unos años se mantiene activo un pequeño pero intenso foco de actividad semanal, con actuaciones en directo en tres o cuatro salas de la ciudad. Hay que añadir el DOG, en el que ya tocaron The Swedish Cocks y La Raggapata, que repetirán en el Guadarock; el Crisis Rock, con una década de experiencia en la mochila; los propios festejos capitalinos, que suelen incluir recitales de grupos locales con carácter gratuito, y lo que pueda ofrecer el Festival Panorámico, que introduce en su programación una buena ración de decibelios locales. En un principio, todo lo que sea sumar es positivo. Pero la incorporación del Guadarock al circuito de festivales realizados en Guadalajara, vendida como una gran novedad y mejor noticia, no debe ocultar otros aspectos más oscuros. Ahí están, por ejemplo, las dificultades que tienen la mayoría de los grupos locales para poder ensayar en unas condiciones dignas. La labor en esa dirección de la Sala Óxido, puesta en entredicho por la oposición en la última legislatura, es encomiable. A cambio, se le han puesto todo tipo de zancadillas, como esos cuatros meses que se mantuvo con el candado puesto por un conflicto de fondo político. Hoy pocos recuerdan que grupos que ahora despuntan en el panorama nacional, alcarreños para todos, por supuesto, tuvieron que emigrar a localidades cercanas a Madrid para poder tocar en condiciones. Lo mismo pasa con ese proyecto de la Casa de los Músicos, ahora en medio de la incertidumbre. No entorpecer la labor de las salas de conciertos que resisten en Guadalajara, contribuir en lo posible a publicitar mejor su actividad, y mejorar, si no crear, instalaciones para que esas bandas, grupos de amigos con inquietudes la mayoría, puedan dar rienda suelta a su creatividad, podrían ser vías que sirviesen para potenciar la situación de la música de la ciudad. No hay que quedarse con los grandes nombres ni con los proyectos que más lucen de cara a la opinión pública, como esa Escuela de Cine que demandaría un presupuesto de envergadura. Sí trabajar desde abajo, sin temores. La cultura, y más si se usa dinero público, se debería guiar por principios de calidad y honestidad, no de rentabilidad económica, popular o de asistencia.

lunes, 23 de julio de 2007

A LA PISCINA (I). Rock para huir

El paisaje que perfiló con milimétrica precisión Marea antes, durante y después de su arrollador último concierto, el pasado sábado en Alcalá de Henares, es sintomático del estado del rock urbano en los tiempos agitados del MP4, los mastondónticos festivales prefabricados a golpe de talonario, el revival a destiempo sostenido por maletines llenos de billetes y los nombres impronunciables a ritmos electrónicos a coste de oro. Con Fito Cabrales de gira con el Calamaro más encorsetado que se pueda ver y Extremoduro en el dique seco, lo que le queda a un estilo y actitud que, todo tópico, nunca desaparecerá, es el entusiasmo, sin más. Es lo que mantiene encendida la llama del género, tanto en el campo profesional como en el amateur, espíritu trasladado al público. Aquí, en Guadalajara, el Crisis Rock lo ha demostrado. Desde hace una década lleva dibujando una trayectoria ascendente en el panorama musical de la ciudad, sin faltar a su cita anual, trabajada con toneladas de cariño desde la activa peña capitalina. El chasco de la última edición fue de órdago, culpa de la inestabilidad climatológica. Tuvo que ser suspendida el mismo día, sin que ningún grupo pudiera subirse al escenario. Unos pocos meses después, con una irónica denominación, vuelve a la carga, con el mismo programa que en mayo, salvo Def Con Dos, sustituidos por Hora Zulú y Koma. De momento, por el Crisis no ha pasado Marea, que ahora simboliza todas las bondades y defectos de lo que se ha llamado rock combativo. Su público, el más numeroso de la última oleada, se compone de gente joven que se mueve en sintonía a las andanadas verbales de Kutxi Romero, todo carisma al frente de una grupo con una coordinación que ya quisiera Vic Mackey (The Shield) para su unidad de asalto. No hay un compromiso de ningún tipo en esos trallazos poéticos, como tampoco en la actitud y comportamiento de un público uniforme, sin los tintes reivindicativos que antaño se derramaban sobre este tipo de conciertos. Ahora prima la diversión, sin más, en el caso de Marea trufada por un sonido impecable, unas cuantas canciones redondas y una profesionalidad que a estas alturas ya no causa sorpresa. Marea, hasta que Robe vuelva a hacer migas con la inspiración, se ha convertido en el líder de una generación de casi treintañeros que harta de que les engañen ya no corea lemas utópicos y que, visto el panorama que les rodea, sólo buscan evasión por unas horas. Y el Crisis Rock, o mejor dicho el XI+1 Crisis Rock, aun sin Marea, es una garantía en ese sentido.

martes, 10 de julio de 2007

'SHREK TERCERO'.Entretenimiento amable (***)

CRÍTICA DE CINE

Cuando 'Shrek' llegó a la gran pantalla en el año 2001, el cine de animación experimentó un giro de 180 grados. Atrás quedaban las historias perfectas, la tradición de los cuentos de hadas y los protagonistas que se ajustaban a unos cánones de belleza impoluta. La figura del antihéroe, hasta entonces ajena a las producciones destinadas al público infantil, se convirtió en el centro de un largometraje original y salpicado por gotas de ternura.
Tres años después de la primera aparición, 'Shrek 2' logró mantener el punto de frescura necesario para seguir interesando al espectador ávido de historias sencillas y agradables. Sin embargo, el paso del tiempo y la producción de nuevas entregas provocan un inevitable desgaste. La capacidad de sorpresa desaparece para dejar paso a un abanico de lugares comunes y personajes familiares.
'Shrek Tercero' sufre las consecuencias propias de las secuelas, pero consigue mantener el interés con un argumento lineal y directo aliñado con guiños sentimentales. La enfermedad de Harold, padre de Fiona y monarca de Muy Muy Lejano, coloca al entrañable ogro en la posición de heredero al trono. Para evitar un destino incómodo, el protagonista decide emprender la búsqueda del primo Arturo, único candidato que puede sustituirle.
El largometraje dirigido por Chris Miller conserva la esencia de sus comienzos, pero su argumento ha perdido una ingente dosis de intensidad. Instantes como la llegada del Príncipe Encantador a una taberna poblada de malos de cuento o la transformación de las princesas en guerreras dispuestas a recuperar su reino aportan ritmo a un filme en el que se percibe la pérdida de protagonismo de determinados personajes -caso de ese Gato con Botas que apunta como protagonista de un 'spin-off'- y la escasa presencia de la banda sonora, tan recordada en sus antecesoras.
Las obligaciones profesionales y familiares de Shrek se unen para desembocar en un epílogo que, si bien pretende transmitir un mensaje plagado de tolerancia y buenos sentimientos, no puede evitar incluir una buena dosis de moralina. 'Shrek Tercero' funciona como un entretenimiento tierno, amable y destinado al consumo familiar. La última entrega de la saga demuestra la eficacia de un producto que aún no se ha agotado por completo y que sigue conservando la difícil capacidad de provocar sonrisas.

(MM)


domingo, 8 de julio de 2007

'LADRONES'. Polos opuestos (***)

CRÍTICA DE CINE

La pija que ansía ser rebelde y el chico de la calle que es así por herencia familiar. Polos opuestos que en vez de repelerse se atraen. La fórmula que emplea Jaime Marques en su debut en la dirección se sustenta bajo esos parámetros, lo que indica que el argumento no es precisamente el punto fuerte de 'Ladrones'. El relato se articula a base de largos silencios -tampoco hay demasiadas cosas que contar- y, lo principal, a través de la relación entre esos dos muchachuelos obligados a entenderse, que oscurecen al resto de subtramas que se desarrollan sin alcanzar profundidad y, por lo tanto, interés.
Si lo que por guión podría haberse contado en un cortometraje de apenas una veintena de minutos funciona rozando las dos horas, se debe básicamente a dos factores. El primero es el interpretativo, que da un plus de calidad al conjunto. Haberle concedido a otro actor que no fuera Juan José Ballesta el papel de protagonista hubiera condenado, muy posiblemente, a este largometraje a un segundo plano. Vuelve el niño de 'El bola', ya un hombretón, a su papel favorito, aquel en el que se desenvuelve como si estuviera hecho a medida. Con naturalidad, crea sin dificultades a un pillo de lado tierno. Nada nuevo, brillante otra vez.
Al lado, María Valverde repite como 'Lolita', dulce adolescente capacitada para alborotar las hormonas del que se ponga por delante. El grado de compenetración que alcanzan es elevado, como se comprueba en una de las escenas mejor logradas, la del robo en el autobús. Son los suyos personajes de una cara, apenas sin desarrollo.
Por otro lado y también en el capítulo positivo figura la belleza visual y sonora con la que Jaime Marques envuelve la trama, tomando algunos riesgos que pueden llegar a desconcertar. Si bien tanto el prólogo como el clímax final pecan de una pretenciosidad que pudiera ser mal entendida -el último plano es idéntico al de una conocida película norteamericana vista hace unos añitos-, la banda sonora y la apuesta por un desarrollo que privilegia las miradas y los gestos por encima de las palabras elevan el tono global de una propuesta cuya tibieza argumental contrasta con el lúcido tratamiento técnico, que bebe de fuentes tan recomendables como las coreanas que surten a Wong Kar-wai.

lunes, 2 de julio de 2007

'BAJO LAS ESTRELLAS'. Perdedores, sin más (***)

CRÍTICA DE CINE

El festival de Málaga encumbró el debut cinematográfico de Félix Viscarret, notable cortometrajista de larga trayectoria especializado en el retrato de los sentimientos más profundos. Triunfar allí, lo que tampoco es una garantía de calidad, sólo hay repasar el nombre de ganadores recientes, le sirvió de plataforma inicial de impulso para ir situando a 'Bajo las estrellas' en el papel de película española revelación del año, espacio que ya ocupara la anterior temporada 'AzulOscuroCasiNegro'.
El tropezón con la realidad es entonces de órdago. El principal lastre de 'Bajo las estrellas', una historia que reúne a tres generaciones de personajes marcados por la derrota y que pelean por encontrar un lugar en un mundo que les rechaza, es la escasa credibilidad de la que se surte el guión, cuando precisamente busca el efecto contrario. Aquí hay un problema inicial de difícil resolución, que ya se dibuja desde las primeras escenas, por otra parte con una resolución técnica, con intercambio de planos innecesarios, que puede llegar a ser irritante por improductiva.
Lo que no se le puede negar a Viscarret es tacto a la hora de relatar los acontecimientos que se suceden, tomados de la novela de Fernando Aramburu, 'El trompetista del Utopía'. Benito Lacunza es un trompetista navarro que abandonó su Estella natal para triunfar en Madrid. Acaba tocando en baretos de mala muerte y viviendo bajo el techo de una mujer a la que no quiere. Desde esa situación, 'Bajo las estrellas' dosifica el drama y el humor con suavidad, sin picos ni bajos. A ese nivel y haciendo gala de un costumbrismo navarro que bien conocerá el autor, Viscarret plantea una historia sin opciones. O te identificas con ese Benito Lacunza tan próximo y cercano que elabora Alberto San Juan, con creces lo más sobresaliente, o rehúyes ese pesimismo latente que embarga cada resquicio argumental, superficialmente trenzado en esa galería de secundarios de única cara y cuya toma de decisiones causa más de una sorpresa por lo imprevisto, sin relación causa-efecto directa.
Una de estas de decisiones guionísticas de baja verosimilitud derrumba al final todo lo que expone con anterioridad la película, que compone, por otro lado, escenas de primerísimo nivel que golpean al corazón, que sí justifican por sí mismas que este trabajo figure en un peldaño superior al de la remesa amorfa de dramas que componen la producción nacional, aunque le falle ese aspecto básico que es la credibilidad. Acompañada de una banda sonora tan efectiva como melancólica, el recorrido en la penumbra de un Benito Lacunza apaleado por simpatizantes abertzales tras una noche de farra en un municipio cercano, dice más que todo el entramado que se articula alrededor del personaje de Nines (Emma Suárez) y por consiguiente de su hermano, vértice dramático del triángulo. Ese paseo por el infierno se atenúa por esa luz de esperanza que brilla al final para contentar a la muchedumbre. Porque nadie se ha parado a pensar que, a lo mejor, como escribió Luis Antonio de Villena en ese magnífico poema que es 'El perdedor', Benito Lacunza "no ve la meta porque no cree en ella o simplemente no la necesita".

domingo, 1 de julio de 2007

'ROMANCES DEL CID'. Caballeros del buen gusto

CRÍTICA DE TEATRO

'Romances del Cid'
Adaptación: Ignacio García May
Dirección: Eduardo Vasco
Compañía: Compañía Nacional de Teatro Clásico
Reparto: Jesús Hierónides, Muriel Sánchez y Francisco Rojas
Escenario: Corral de Comedias (Alcalá de Henares). 30 de junio de 2007

Jesús Hierónides, en la obra un Arcángel de sanas intenciones, se acerca al proscenio, se coloca un guante de cetrería y aguarda la llegada de un ave. No es hasta al final cuando, tras realizar el mismo ritual con un silbido de regalo, irrumpe desde el fondo del patio de butacas del Corral de Comedias, la sede perfecta para una representación de estas características, la susodicha ave, que sobrevuela con rapidez la platea hasta terminar posándose sobre el brazo del sigiloso Arcángel, que se mueve por las tablas con una gestualidad samurai.

La escena es el colofón a un espectáculo notable trazado con milimétrica precisión, de máxima dificultad en labores de adaptación y puesta en escena y que sale airoso y con magnífica nota del trance. La obra coge un muestrario de los romances que tenían al Cid como protagonista para, a golpes de un lenguaje plagado de arcaismos y con un envoltorio tan sutil y elegante como ajustado, dibujar un perfil aproximado -otra ambición no sería posible- del caballero, lejos de la épica deformada que ha sacudido en los últimos tiempos a su figura.

Estructurada temáticamente y por episodios, el montaje con el que la Compañía Nacional de Teatro Clásico celebra a su particular manera el 800 aniversario del 'Cantar del Mío Cid', es un acercamiento idóneo al contexto de la Edad Media, un viaje nada sombrío, aquí se rompe otro tópico, que incluye sonidos, música en directo y canciones al servicio de esa estancia por la historia. Los episodios se suceden con diligencia, sostenidos por el verso enérgico del trío interpretativo, el mencionado Hierónides, Francisco Rojas y una inspiradísima en todos los registros Muriel Sánchez.

La duración del montaje, ochenta minutos, evita la sombra de la pesadez, carga colocada con silenciador por un verso de complicada digestión en diferentes tramos. La comprensión textual, con el añadido de una simbología medieval con la que es conveniente estar mínimamente familiarizado, se dificulta según el grado de desconocimiento del episodio que se desarrolla sobre las tablas. Así, el funcionamiento óptimo se alcanza en los capítulos más conocidos, como los relacionados con los Infantes de Carrión, la escena final en la que, a lomos de su caballo, cuentan los romances que derrotó a los moros y, especialmente, en el viaje a Roma con enfrentamiento con el Papa incluido.

La labor de Ignacio García May es, en ese sentido, encomiable, llevada a tablas por Eduardo Vasco con el buen resultado al que ha acostumbrado al espectador de Clásicos en Alcalá, comprobado anteriormente por la rejuvenecedora 'Las bizarrías de Belisa', la grata sorpresa del festival. En los 'Romances del Cid' esta colaboración entre dos puntales de la escena nacional se traduce en una representación trazada con diligencia, que a nadie debe asustar de antemano, y recubierta con buen gusto con un exquisito muestrario de recursos visuales y sonoros.