sábado, 30 de junio de 2007

'ROMÉO ET JULIETTE'. Emociones en miniatura

CRÍTICA DE TEATRO

'Romeo et Juliette, les amants de liège'
Autor: William Shakespeare
Compañía: Théâtre Mu
Adaptacion y dirección: Ivan Pommet
Género: Teatro de objetos y marionetas de miniatura
Escenario: Corral de Comedias (Alcalá de Henares). 28 de junio de 2007

Todos los espectáculos teatrales desembocan en aplauso. Independientemente de la calidad mostrada sobre las tablas, el espectador esconde sus verdaderas emociones detrás del escudo de una ovación más o menos calurosa. El público infantil, ajeno aún a las apariencias de la parafernalia teatral, se convierte en un eficaz termómetro de sensaciones. Espontáneos y sinceros, los niños son un difícil reto para los profesionales de la escena.

Con 'Roméo et Juliette, les amants de liège', la compañía francesa Théâtre Mu ha rescatado un clásico de fácil acceso. Disputas familiares, odios interminables y pasiones descontroladas componen el collage diseñado por el británico William Shakespeare. La trama de la pieza, universal y reconocible, adquiere en esta propuesta unas dimensiones extraordinarias. Tapones de botellas de champán cobran vida para ganarse la complicidad de un público que no necesita largos diálogos para conectar con un huracán de sentimientos en miniatura.

Un escenario reducido, numerosas figuritas de corcho y un limitado abanico de expresiones en castellano le bastaron a Mathieu de Chabalier, único manipulador de la pieza, para construir un cuento sencillo y directo. Guiños humorísticos y emociones sin artificios fueron suficientes para mantener intacta la atención y la curiosidad -tarea nada fácil- durante cincuenta minutos.
Al contrario de lo que ocurre en otras piezas de teatro de títeres y objetos, la figura del manipulador cobra en esta 'Roméo et Juliette' una importancia máxima. Su expresividad gestual se convierte en el perfecto complemento de las acciones de los protagonistas, sentimentales seres de dimensiones reducidas.

Montescos y Capuletos adquieren un carácter cercano que aligera el enfrentamiento familiar y muestra el lado más humano de las dos sagas. Escondido detrás de los movimientos y las escasas palabras de la representación se esconde un mensaje alejado de la demagogia y fácilmente entendible para los más pequeños. "¿Romeo es un Montesco? No. Romeo es Romeo" se escucha decir a una pequeña figura de corcho que deja al descubierto sus sentimientos. El resultado es una entrañable mezcla de sencillez, ternura y capacidad para conectar con un público exigente que respondió con un aplauso más sincero de lo habitual.

(MM)

jueves, 28 de junio de 2007

'IL FEUDATARIO'. Perturbadora, a medias

CRÍTICA DE TEATRO

'Il feudatario'
Autor: Carlo Goldoni
Dirección: Pierpaolo Sepe
Compañía: Nuovo Teatro Nuovo
Producción: Coproducción de Biennale de Venecia, Nuovo Teatro Nuovo y Clásicos en Alcalá 2007
Escenario: Teatro Salón Cervantes (Alcalá de Henares). 26 de junio. Estreno

El estreno en el campo de las coproducciones de Clásicos en Alcalá, con unos costes y unas miras de altura, transcurre en una atmósfera inquietante, tenebrista y con aires macabros. 'Il Feudatario' se presta a una comicidad subterránea, apreciable en la evolución que sufrió su autor al afrontar el exilio parisino. La distancia que se presenta con lo expuesto en el escenario es el primer inconveniente. La compañía italiana Nuovo Teatro Nuovo ha cogido el texto de Goldoni y lo ha transportado a un contexto sin identificación palpable, ni en cuanto a la adaptación, ni en el vestuario ni con los decorados, aunque se intuye un avance notable en el calendario, para disgusto de los adeptos al siglo XVIII italiano.
El peso de la crítica del libreto del dramaturgo, que elabora un fresco sobre la lucha de clases, se disipa entre un desarrollo que en todo momento da la sensación de quedarse en el punto intermedio de sus intenciones. Desde el inicio, los actores sobreactúan con premeditación, bien mediante el gesto o la voz, representado este último punto de forma implacable por el tremendo vocerío que genera Pantalón, el rígido administrador del feudo. Esa dualidad interpretativa se percibe indistintamente en los tramos donde el drama es más visible y en los que el humor discurre en un segundo plano, limitado a la amplia gama de movimientos corporales de los actores.
Por lo demás, el tratamiento ofrecido por Nuovo Teatro Nuovo es poco complaciente en todos los sentidos, lo que no significa que haya rasgos de complejidad en el montaje. Por obligación, es difícil que desde el patio de butacas se empatice con cualquiera de los personajes, aunque de forma explícita, todos tengan sus razones para justificar sus posturas. Así, el pueblo aparece caricaturizado por dos mequetrefes sin estudios capitaneados por un hombre que ante el fallecimiento de su jefe, 'Il capo', es poseído por la ambición. En ese sentido, cada uno de los papeles de 'Il Feudatario' está sujeto al inmovilismo, sin evolución que conduzca a la sorpresa o vaya aumentando gradualmente el interés.
A la obra le cuesta avanzar, aunque haya escenas que la aligeren -la fiesta, lo más mediáticamente 'goldoniano'- de ese ansiado distanciamiento. La carga crítica así se difumina, sin que la oxigene el exquisito nivel interpretativo, irreprochable, y el placer de escuchar una representación teatral en un idioma ajeno, una melodía para los oídos, en pleno centro de Alcalá. Así se llega hasta ese desconcertante epílogo, no tanto por el fondo como por las formas. Todo un festín que se regala a sí mismo el humor negro, el gran protagonista oculto de 'Il Feudatario', que fue saludado desde la platea con igual grado de fascinación -su nivel visual es innegable-, asombro y turbación.

viernes, 22 de junio de 2007

'EL SUEÑO DE UNA NOCHE DE VERANO'. Un Shakespeare pasajero

CRÍTICA DE TEATRO

'El sueño de una noche de verano'
Autor: William Shakespeare
Dirección: Tamzin Townsend
Compañía: La Zona Films
Escenario: Teatro Salón Cervantes (Alcalá de Henares). 21 de junio de 2007

El embrión de la versión mediterránea de 'El sueño de una noche de verano' surgió una madrugada flamenca. Entre guitarras y risas, el músico Antonio Carmona se planteó la posibilidad de revestir el texto de Shakespeare de un envoltorio con aires sureños. Más adelante llegó la incorporación al proyecto de Tamzin Townsend, directora británica estrechamente familiarizada con el repertorio del autor anglosajón.
No es difícil adivinar a simple vista que la propuesta de Carmona y Townsend pretende derribar barreras, acercar un clásico de la literatura universal a todos los públicos y atraer la atención de personas ajenas a las representaciones escénicas. Playas, amores, celos e imposiciones familiares jalonan un montaje construido sobre una base de humor sencillo y composiciones musicales pegadizas. No debe buscar el espectador más allá del mero entretenimiento, la sonrisa momentánea y la digestión fácil.
Nadie puede discutir la originalidad de una propuesta que podría haber desembocado en una sugerente relectura del clásico shakesperiano. A pesar de este interesante punto de partida, el proyecto se queda sin llegar a la mitad del camino. La trama se sostiene en aquellos momentos en que las dos historias entrecruzadas -los amores gitanos y la compleja relación entre los dioses Titania y Oberón- adquieren matices dramáticos. Por el contrario, los momentos gobernados por la comedia se deslizan hacia una vertiente demasiado coloquial, estereotipada y peligrosamente cercana al gag televisivo.
El sonido, pilar esencial de esta 'El sueño de una noche de verano', flirtea con las fórmulas empleadas por el musical, género al que la suerte le sonríe en los últimos tiempos. Antonio Carmona ha facturado casi una decena de temas frescos, amenos e interpretados por voces poderosas. No resulta extraño que ya se haya publicado el CD con los temas incluidos en la representación, una nueva vía para aumentar el radio de acción de un espectáculo destinado a los circuitos más comerciales.
En el apartado actoral destacan las vigorosas interpretaciones de los protagonistas, con un Asier Etxeandia cuya presencia sobre el escenario ofrece los mejores instantes del montaje. Su papel de Oberón conduce el desarrollo de una obra que desemboca en un final que se prolonga hasta la extenuación. Risas fáciles y chistes accesibles componen un epílogo que certifica el carácter de una propuesta sencilla, agradable y pasajera.
(MM)

jueves, 21 de junio de 2007

'MORIR PENSANDO MATAR'. Aires de revancha

CRÍTICA DE TEATRO

'Morir pensando matar'
Autor: Francisco Rojas Zorrilla
Dirección: Ernesto Caballero
Compañía: Siglo de Oro de la Comunidad de Madrid y Fundación Pro-RESAD
Escenario: Corral de Comedias (Alcalá de Henares). 19 de junio de 2007. Estreno.

El afán de Ernesto Caballero por rescatar uno de los textos menos conocidos de un autor oscurecido por la potente luz de otros compañeros de generación como fue Rojas Zorrila, unido a su fervor por el Siglo de Oro, ha permitido recuperar del olvido 'Morir pensando matar'. Es el año de ese dramaturgo cuya suerte futura ha ido en paralelo al desgraciado hecho de fallecer en el ecuador de la vida. Dejó como legado un cuantioso archivo de comedias, esencialmente, y alguna tragedia. Al último capítulo pertenece 'Morir pensando matar', epopeya bélica con ecos a lo 'Braveheart' que bebe de principio a fin del inagotable manantial de la venganza.
El amor desata los acontecimientos, con la guerra que enfrenta a longobardos y gépidos fluyendo de fondo. El esquema ofrecido por la compañía Siglo de Oro de la Comunidad de Madrid sigue una línea de trabajo granítico y sin altibajos. A la dramaturgia de Rojas Zorrilla, dura, directa y poco complaciente con la platea, se le han incorporado fuentes artísticas contemporáneas, centradas en un ceremonial de danza femenina. La obra se abre y cierra a ritmo de un sugerente cabaret. Como elemento simbólico, una muerte alegórica se pasea por las tablas en un ritual que ralentiza la acción, la solemniza e incrementa la asfixia que late en el ambiente.
No hay tregua a través de una puesta en escena que privilegia lo carnal y lo físico sobre lo espiritual. El desgarro lo pone en gran medida Rosimunda, volcán que libera los primitivos sentimientos masculinos que llevan a la tragedia. La mujer adopta en 'Morir pensando matar' el mando de la acción, relegando a los hombres a un segundo plano, instrumentos superficiales para ser usados como medio para lograr el objetivo, financiado a base de sangre derramada. Hay dos escenas cruciales en esa dirección. La primera, la traición, marca el punto de inflexión a partir del que el relato se torna oscuro y, con lentitud, la encauza hacia ese otro instante, ya al final, un áspero epílogo que rápidamente entra en contraste con esa despedida que funde sensualidad con violentos fragmentos de lucha bélica de fondo.
Las interpretaciones son sólidas, con una actriz en un escalón superior como es ese ángel negro con sed de venganza que firma Lidia Palazuelos. Sin resultar extraordinaria y a falta de apuntalar un inicio un tanto tibio, 'Morir pensando matar' se consagra como un más que correcto acercamiento a la inexplorada rama de las tragedias de Rojas Zorrila, que tendrá en 2007 más estrenos en Almagro.

lunes, 18 de junio de 2007

'LAS BIZARRÍAS DE BELISA'. Caudal de energía

CRÍTICA DE TEATRO

'Las bizarrías de Belisa'
Autor: Lope de Vega
Dirección: Eduardo Vasco
Compañía: Joven Compañía Nacional de Teatro Clásico
Escenario: Corral de Comedias (Alcalá de Henares). 17 de junio de 2007

Belisa es caprichosa, licencia de una juventud todavía asfaltada a base de felicidad. Muda de actitud sin avisar, presumiendo de un carácter tan voluble como profundo. Maneja el entorno al compás de esos sentimientos que brotan en un instante, se paladean y se marchan a los pocos segundos sustituidos por otros diferentes. Alejada de la reflexión, Belisa dibuja desde una inocencia por muchos mal comprendida un personaje que derrocha energía y vitalidad.
El Lope de Vega al que da nombre y características esta muchachuela ha supuesto el debut de la Joven Compañía Nacional de Teatro Clásico, una quincena de intérpretes que flirtean con la treintena sin superarla, con más tablas de las que su DNI indica y modulados por el talento polifacético de Eduardo Vasco. Mascan todos un verso de complicado acceso en varias de sus rutas. Lo conducen con diligencia, haciendo uso del vehículo adecuado, un texto divertido y de perfil amable, otro multitudinario lío de faldas escrito por Lope en la agonía de su trayectoria dramatúrgica.
Presente a raudales, entonces, el de la Joven Compañía Nacional, colocado enfrente de esa nostalgia por los tiempos juveniles y amoríos inofensivos desplegada por el orfebre escénico en 'Las bizarrías de Belisa'. El contraste generacional reluce todavía más a causa de la ostentosa capa que envuelve al espectáculo. Para deleite de los ojos queda ese vestuario diseñado por Lorenzo Caprile, profuso en tonos dorados y exigente desde el inicio hasta el final. La banda sonora, con música y canciones en directo, retumba con dulzura en los oídos, aligerando la carga física de unas interpretaciones excesivas, visto el adjetivo desde el perfil positivo, y a las que ensalza un espacio escénico que les otorga el máximo protagonismo.
Aunque si hubiera que realizar un subrayado especial, sería al trabajo fluido, intenso y creíble de Eva Rufo, una insatisfecha Belisa, la encargada de mover los hilos de un montaje que puede servir para redescubrir la amplísima gama de virtudes tanto del teatro de enredos de Lope como, siendo totalmente optimistas, de la escena clásica. Para neófitos y acostumbrados fundamentalmente, y también para experimentados en la materia. Por ahí, por ese resquicio de faceta divulgativa en sintonía con la calidad, puede estar el filón para una compañía a la que la etiqueta de 'joven' no debería ser sinónimo de límite en sus posibilidades.
Promete Vasco regresar cada año a Alcalá a estrenar una producción de la compañía, con el telón de Clásicos de fondo, con lo que la evolución y la respuesta a alguna incógnita serán más nítidas por el paso del tiempo. El inicio, de momento, ha sido óptimo. El primer paso de la ya conocida como 'La Joven', ha sido firme y rotundo, provocando un sonido muy fuerte sin llegar al estruendo en su contacto con el suelo.

domingo, 17 de junio de 2007

'EL SÍ DE LAS NIÑAS'. Fiel y amable

CRÍTICA DE TEATRO

'El sí de las niñas'
Autor: Leandro Fernández de Moratín
Dirección: Vicente Genovés
Producción: Teatres de la Generalitat
Reparto: Manuel de Blas, Álvaro de la Puerta, Paula Errando, Cesca Salazar, Reyes Ruiz, Ferrán Gadea, José Montesinos
Escenario: Teatro Cervantes (Alcalá de Henares). 16 de junio de 2007

No es fácil que un texto teatral sepa envejecer ganando en serenidad y prestigio. La estrecha vinculación con su época supone, en no pocas ocasiones, un obstáculo difícil de sortear. Especialmente complicado lo tiene el género cómico, disciplina que no siempre logra conectar con una mentalidad alejada de sus coordenadas espaciales y temporales.
Parcialmente ajena a estos impedimentos se encuentra 'El sí de las niñas', pieza neoclásica que conserva su humor original, aderezado con una dosis crítica algo edulcorada por el paso de los años. Leandro Fernández de Moratín facturó la que se convertiría en su obra más recordada a base de padres autoritarios, matrimonios de conveniencia, muchachitas sumisas y una buena dosis de pasiones juveniles. El resultado de la fusión fue una pieza de prosa accesible, a medio camino entre la comicidad y la reflexión.
Dos siglos después de su creación, Teatres de la Generalitat Valenciana presenta una versión amable y fiel de la obra de Moratín. La propuesta de Teatres huye de la experimentación y opta por una puesta en escena sobria, construida sobre la base de la interpretación. No es el objetivo de Vicente Genovés, director del montaje, realizar una relectura personal de 'El sí de las niñas'. Tampoco pretende introducir elementos innovadores, ni sorprender a quien haya leído el texto original. Su finalidad se limita a llevar a las tablas un espectáculo de calidad, marcado por el rigor que caracteriza a la compañía.
Manuel de Blas cumple sobradamente en su papel de Don Diego, entrañable anciano gruñón, profundamente agradecido desde el punto de vista interpretativo. El resto del reparto funciona sin fisuras para poner en escena un elenco de personajes estereotipados, tipos universales que sostienen el desarrollo de una trama marcada por el máximo respeto a la regla de las tres unidades.
'El sí de las niñas' pudo ser en su momento una pieza atrevida, defensora de la capacidad de decisión de la mujer y contraria a los matrimonios de conveniencia, tan comunes en el XVIII. Es indudable que su fuerza crítica ha ido disminuyendo con el paso de los tiempos, quedando reducida a una agradable reflexión sobre el miedo a la soledad y la fuerza avasalladora del amor. No hay que buscar ninguna intencionalidad reivindicativa en la representación de Teatres, pero sí se puede encontrar una obra correctamente edificada, de fácil acceso y atractiva contemplación. Una reconfortante parada entre la avalancha creativa del Siglo de Oro y la dramaturgia contemporánea.
(MM)

jueves, 14 de junio de 2007

'VISITANDO AL SR. GREEN'. Padre e hijo

CRÍTICA DE TEATRO

Visitando al Sr. Green
Autor: Jeff Baron
Adaptación: Bernardo Sánchez
Dirección: Juan Echanove
Reparto: Juan José Otegui, Pere Ponce
Escenario: Teatro Buero Vallejo (Guadalajara). 13 de junio de 2007

Las relaciones paternofiliales siempre han sido un filón para el cine y el teatro, fundamentalmente para la primera de las artes. Todo lo que vincula al gruñón señor Green y al joven Ross Gardiner nace de las profundidades de ese principio consanguíneo o simplemente emocional. Tan lejanos aparentemente, encuentran en sus vidas arruinadas un nexo por el que canalizar sus respectivas frustraciones, resumidas en ese término que tanto pavor produce, la soledad.
El debut en la dirección de Juan Echanove se mueve en esas agitadas aguas con solvencia. 'Visitando al Sr. Green' es un montaje pulcro, sobrio y elegante en el que el sentido del texto del estadounidense Jeff Baron ha sido respetado tanto en el envoltorio, judíos en Nueva York, como en el fondo. Las intenciones ingeniosas del primero de sus dos actos, con un puntito de mordaz comicidad nada desdeñable aunque con un algún tropezón textual -la revelación que realiza Ross- que rápidamente se desvanece, termina desembocando en un dramón de categoría que funciona sin concesiones.
La viveza de los diálogos que inician la relación entre el ermitaño y el triunfador desembocan en largas escenas en las que los silencios multiplican la duración, todas terriblemente sugerentes. La conclusión, como en la mayoría de casos que tocan la cuestión, es la misma, lo que habla de la universalidad en lo referente a lo paternofilial. Hay esperanza, existe la posibilidad de llegar a un punto de encuentro aunque la persona que esté delante albergue unos principios distantes.
Obra de diálogos, de palabras sobre hechos, el montaje se apoya en una puesta en escena estática de calidad. El capítulo interpretativo está cubierto con creces. Juanjo Otegui lleva el peso de la función sin dificultades, con un papel que se sitúa entre lo entrañable y la misantropía, en un equilibrio que acerca el personaje al patio de butacas. Encuentra la contrarréplica perfecta en Pere Ponce, un actor camaleónico de poco nombre y mucho talento, aquí epicentro de contradicciones al servicio de una personalidad optimista parapetada en sus inseguridades familiares, otra vez.
Teatro con aroma clásico, sin secretos ni golpes de efecto y fiado a un texto que consigue romper los estereotipos -el riesgo de caer por ese precipicio se palpa en ocasiones- 'Visitando al Sr. Green' cumple los axiomas básicos de toda obra que se precie de garantías.

miércoles, 13 de junio de 2007

'RETRATO DE UNA OBSESIÓN'. Cargante rareza (**)

CRÍTICA DE CINE

Autor de la inquietante 'Secretary', Steven Shainberg es un director con un mundo propio, como corrobora en esta rareza que es la mal traducida 'Retrato de una obsesión', con la que su predecesora mantiene una relación cercana en cuanto a temática. Es un cine el suyo, a grandes rasgos, que produce un efecto narcotizante, sorprendente y arriesgado. Con doble vara de medir. El tiempo restante se sostiene con una de esas historias que acarician la comedia irreverente sin pretenderlo, cuando a lo que se aspira es al drama onírico con pretensiones.
Mientras 'Secretary' estaba poblada de personajes con extrañas perversiones, cuya ingenuidad estaba situada al mismo nivel que su presunta inmoralidad, en 'Retrato de una obsesión' lo que subyace es una trama de profundo perfil psicológico y físico en el que la utilización de un personaje verídico, la excéntrica fotógrafa Diane Arbus, es únicamente un pretexto argumental de poco peso.
Muy lejos de lo que anticipaba el engañoso trailer, Shainberg avisa de sus intenciones en una de las primeras escenas. Arbus, interpretada por una Nicole Kidman a la que no recordará por este papel, le dice por sorpresa a un marido que su problema es que es rara. Así de simple. Al poco tiempo establecerá una relación con su vecino, en la enésima reedición del popular cuento 'La bella y la bestia', aquí sin novedad ninguna. Aunque de fondo corre la historia personal de esta mujer, su lucha interior para encontrar su mundo artístico, lo que hace primar Shainberg es ese inquietante universo paralelo en el que la perversión de 'Secretary' muda por la ternura de esos seres maltratados física y psicológicamente, por la vida lo primero, por la sociedad lo siguiente.
La propuesta, sazonada por una acertada escenografía y vestuario rayando el cómic, se desvía del camino del interés debido a la extensa carga existencial, exceso de tópico en todos los casos, que fluye de cada una de las acciones de los protagonistas. El ritmo, inexistente en la primera hora, se acelera al superar ese tramo en una recta final que, pese a estar cargada de una tramposa emotividad, no funciona. La historia se edulcora hasta límites extremos y la fábula, con un puntito final de perversidad que se agradece, se come a la caracterización, que pretendía ser real, de Diane Arbus.
Al final, 'Retrato de una obsesión' queda como una rareza, superior incluso a 'Secretary', de limitado alcance y que puede a llegar a ser cargante por la lentitud con la que se desarrolla y por lo extraordinario, en toda la acepción del término, que llega a ser su contenido, sin que Nicole Kidman suponga una garantía por sí misma, en la que, desde luego, no se erige.

martes, 12 de junio de 2007

'SHORTBUS'. Delirios de notoriedad (**)

CRÍTICA DE CINE

En 'Shortbus' hay una terapeuta sexual oriental que no consigue llegar al orgasmo, por mucho ardor que le ponga al tema. Hay un club nocturno al que acude la gente con el único propósito de mantener relaciones sexuales. Hay tres amigos que practican un trío, dejémoslo en cuanto menos curioso.
'Shortbus', triunfadora en Sundance, meca del cine independiente, fue proyectada por el Cine Club Alcarreño la pasada semana. El cartel estuvo colgado del corcho del Moderno, visible a pie de calle, durante varios días. Y no pasó nada. Como debe ser, nadie se escandalizó, como sí se ha hecho por una cuestión que anda hermanada con 'Shortbus', la publicación de un relato erótico en libro de jóvenes creadores alcarreños. Un disparate todo lo sucedido alrededor de ese relato, aunque ésa es otra historia con tintes políticos, por desgracia, y de la que se escapa el juicio a esta innovadora aunque ineficaz 'Shortbus'.
John Cameron Mitchell enmascara bajo toneladas de sexo explícito e impúdico, más sutil de lo que aparenta, una reflexión filosófico-cósmica que deriva en la teoría de que un orgasmo es capaz de reconducir el desarrollo del mundo. Tal paranoia, deliciosa para los que aspiren a ver algo diferente en una película cuyo motor es el sexo, se va diluyendo conforma avanza una trama tan vacía como pretenciosa. Hueca y artificial, buscar una moraleja sentimental a este invento pseudointelectual es un ejercicio estéril y poco recomendable.

lunes, 11 de junio de 2007

'EL NIÑO DE BARRO'. Asesino precoz (***)

CRÍTICA DE CINE

El punto de partida de 'El niño de barro' es por sí mismo inquietante. Carga el debut cinematográfico de Jorge Algora, conocido realizador publicitario, con la responsabilidad de relatar la biografía del que está considerado el primer niño asesino en serie de la historia. Ocurrió en Argentina, a principios de siglo XX. Un tema duro tratado con una credibilidad insospechada, luciendo una seriedad formal y temática pocas veces vista en el cine español, y menos en un debutante.
'El niño de barro' funciona por el rigor con el que está construida. Arrastra alguna laguna de guión, con personajes rozando el tópico. Nada destacado ante la fortaleza narrativa de lo que se está contando, el poder hipnótico de una cámara siempre bien colocada y el atractivo de un escenario, el Buenos Aires de hace un siglo, turbador, generador de un estado desasosegante del que no se sale en toda la película. Que nadie espere un instante de alivio dentro de un metraje que sólo propone tensión y que, hasta en el inevitable capítulo paranormal, no se sale de los límites de la verosimilitud.
'El niño de barro' podría haber sido un sucedáneo de película de fantasmas, con sustos incluidos, de esas que asaltan la cartelera siendo indiferente el país de procedencia. También podría haber salido un drama sobre personajes que bordean la impostura del fracaso, todo desazón, tan habituales en la última hornada de cine nacional. Entre medias y sin caer por ninguna de las dos cascadas navega esta correctísima, quizás algo académica y falta de emoción, 'El niño de barro', una sorpresa dirigida por un director al que habrá que tener en cuenta para el futuro. Y con una Maribel Verdú nuevamente pletórica, lo que ya ha dejado de ser una novedad.

martes, 5 de junio de 2007

Juan Mayorga: "Poner en circulación un texto contemporáneo comporta riesgos comerciales"

Está considerado como uno de los grandes genios del teatro español contemporáneo. Sus textos miran de frente a la sociedad, abordan aspectos actuales y ofrecen una visión ácida y directa. Juan Mayorga, autor que ha abandonado su faceta de filósofo y profesor de instituto para dedicarse por completo al panorama escénico, habla con serenidad y modestia y asegura que aún le falta un largo camino para alcanzar la madurez profesional. Su obra 'El chico de la última fila' se representa los días 2 y 3 de junio en el Teatro Salón Cervantes de Alcalá de Henares.
Fue profesor de instituto durante algunos años, ¿tiene algo de personal 'El chico de la última fila'?
Precisamente fui profesor de Matemáticas en el instituto Mateo Alemán de Alcalá de Henares. Allí pasé tres años inolvidables y me gustaría mandar un saludo a mis antiguos compañeros y alumnos. Sin duda, 'El chico de la última fila' tiene algo de personal. Tanto la directora, Helena Pimenta, como yo hemos sido profesores de Secundaria y eso imprime carácter. La obra, de forma más o menos indirecta, refleja algunas experiencias que viví durante esa etapa. En particular, recuerdo que un alumno me contestó un examen hablándome de su vida. Aquello dio lugar a lo que posteriormente se convertiría en el embrión de 'El chico de la última fila'.
En alguna ocasión ha declarado que nadie elige la última fila en vano, ¿qué le atrae de esos personajes secundarios?
En la obra, la última fila es un lugar físico, pero también moral y poético. Hay mucha gente que elige la última fila en el mundo escolar, laboral o familiar, un espacio desde el que se puede ver sin ser observado. En la vida nos encontramos con ese tipo de figuras, observadores de la realidad que en algún caso se convierten en artistas y en otros nunca llegan a abrirse. Sí es cierto que me atraen especialmente esos personajes escrutadores que como Claudio, el protagonista de la pieza, están atentos a lo que pasa a su alrededor. Cuando uno tiene esa vocación, es natural que tienda hacia la última fila.
¿Por qué decidió dejar la enseñanza? ¿En qué aspectos sigue sintiéndose profesor?
Después de estar en el Mateo Alemán, gané una plaza para trabajar en la Escuela de Arte Dramático, donde pasé ocho años muy felices. Si no he continuado, no es porque mi vocación haya decrecido, sino debido al mucho trabajo que, por suerte, tengo ahora en el mundo del teatro. Esa vertiente me ha ido absorbiendo cada vez más, pero sin duda volveré a la enseñanza. El trabajo de enseñante es uno de los oficios más bellos y con más sentido. La calidad de una sociedad puede ser medida por el respeto que otorga a sus profesores y una de las mejores cosas que pueden ocurrir en la vida es conocer a un buen maestro.
Ésta es la cuarta vez que trabaja con Helena Pimenta, ¿ha encontrado en UR Teatro una forma de trabajo complementaria?
Helena Pimenta y José Tomé, el alma de UR, tienen conmigo una relación, no sólo de respeto profesional, sino de intenso afecto y amistad. Eso es algo que se percibe en nuestros trabajos. 'El chico de la última fila' ha sido escrita expresamente para ellos, que han contribuido, con su diálogo, buenas preguntas y críticas, al desarrollo del texto.
UR Teatro le pidió que escribiera un texto, ¿crear por encargo motiva o presiona?Es una forma especialmente productiva de escribir por libre. No estamos inventando nada. Ya en la aparición de nuestro teatro, muchas obras fueron escritas para una compañía o para un actor. En lo que se refiere a mi diálogo con Helena Pimenta y José Tomé, siento que no he renunciado a nada, sino que he extendido mi mundo y lo he llevado a lugares imprevistos. Saber que estaba escribiendo para UR me ha servido para forzar mi escritura y hacerla crecer.
¿Existen problemas para adquirir subvenciones? ¿Los programadores ponen trabas cuando se encuentran con un texto contemporáneo de un autor español?
Debo agradecer muchas cosas a UR. En primer lugar, su encargo y el brillante montaje que han hecho, con excelentes actores y una gran sabiduría por parte de Helena Pimenta para resolver y llevar a escena una obra con gran sencillez para el público, pero formalmente compleja. Es cierto que si uno hace un una obra de repertorio consagrada por el tiempo, el producto va a ser más fácil de vender. En este sentido, el gesto de UR y de cada programador que ha acogido en su teatro 'El chico de la última fila' es valiente, ya que poner en circulación el texto de un autor contemporáneo siempre comporta unos riesgos comerciales. Es muy importante que el público reciba nuevos lenguajes, nuevos modos de hacer teatro.
¿Cuándo escribe piensa en el público o simplemente busca una vía de expresión?
Escribo para la gente. No creo que una razón para hacer teatro sea expresarse uno mismo, porque eso es algo que va inevitablemente incluido. Hay que intentar conectar con otros, hacerse cargo de sus preocupaciones, sus miedos y sus deseos. El teatro es el arte social y político por antonomasia y uno ha de evitar encerrarse en uno mismo. Es necesario ser capaz de conectar, emocionar y comunicar.
¿Qué piensa cuando le califican como el libretista oficial de Animalario? ¿Qué le aporta trabajar con esta compañía?
Andrés Lima y su gente (Alberto San Juan, Guillermo Toledo, Javier Gutiérrez, Roberto Álamo) son amigos míos y actores excelentes. También han conseguido llevarme a lugares imprevistos. A ellos debo el descubrimiento, en cierto sentido, del humor en mis textos. Estoy muy agradecido al trabajo que he hecho con ellos y ojalá podamos volver a trabajar juntos.
Muchos definen su teatro como político y de izquierdas.La noción de teatro político no la inventó Bertolt Brecht, sino los griegos. El hecho de ser capaz de convocar, para que los ciudadanos vean representadas ficciones que se hagan cargo de sus preocupaciones individuales o colectivas, está ya presente en las piezas que escribían los grandes clásicos en el siglo V. a.C. Cuando acepto que mi teatro es político, estoy pensando en eso. Más allá de ese carácter general, en ocasiones puede examinar el modo de organizarnos como sociedad, aunque no tiene por qué ser siempre así. Sí reconozco que en algunas de mis obras el componente político es fuerte, como ocurre con 'Hamelin'. En cuanto a la consideración de mi estilo como de izquierdas, considero que una de las posibles misiones del teatro es la de intranquilizar, hacer que el espectador se pregunte sobre su propia responsabilidad con respecto a lo que ocurre a su alrededor. Un teatro de izquierdas puede considerarse aquél del que el espectador sale no sintiéndose más inocente, sino más responsable.
¿El teatro debe incomodar o entretener?
El teatro ha de entretener y emocionar, esos son sus puntos de partida, sus núcleos innegociables. Si además es capaz de desestabilizar al espectador en sus ideas, en su imaginación, en su sensibilidad, está haciendo una gran oferta. Si el espectador sale con una pregunta o una nueva mirada sobre un aspecto de su vida o de la sociedad, es porque el teatro le ha ofrecido algo importante.
¿Considera que la figura del dramaturgo está injustamente valorada?En lo que se refiere a los dramaturgos españoles, hay muchos autores y textos que merecerían mejor suerte, llegar en buenas condiciones a nuestros escenarios y eso apenas está ocurriendo. Dicho esto, creo que es visible una revalorización del texto y del dramaturgo en el hecho teatral. Buena parte de los acontecimientos que ha habido en el teatro español en los últimos tiempos tienen detrás un dramaturgo que ha escrito un buen texto original o una buena adaptación. Eso es algo que comparte buena parte de la profesión. Yo no reivindico una centralidad del autor. El teatro es el arte del actor y debemos trabajar para él, pero es muy importante que a ese intérprete se le ofrezca un material que pueda explotar, reventar. En este sentido, sí percibo un creciente respeto hacia el autor en el mundo teatral español.
Ha dado clases en la RESAD, ¿cómo definiría a la nueva generación de jóvenes autores?Hay mucha gente joven que no sólo tienen una fuerte vocación y talento, sino también un mayor conocimiento y cultura. Los talleres de dramaturgia y las escuelas de arte dramático han hecho un trabajo muy importante y han ofrecido unos conocimientos amplios del hecho teatral que antes no eran fáciles de encontrar. El autodidactismo ha sido superado o completado por estas formaciones regladas. Hay gente con mucho talento y capacidad a los que deben ofrecerse medios para confrontarse con el público. Ésa es la última lección.
¿Ha pensado actuar, dirigir alguno de sus textos o escribir un guión de cine?
Creo que no tengo talento para eso. El trabajo del director es enormemente complejo y se necesitan unas cualidades de las que carezco. No tengo visión para los espacios, por eso admiro a gente como Helena Pimenta, capaz de resolver y contar una historia compleja con esa sencillez con que ha perfilado 'El chico de la última fila'. Por el contrario, considero que aún no domino el trabajo de escritor. Me contentaría con ser un buen escritor de teatro, pero tengo que trabajar mucho para alcanzar la madurez. En lo que se refiere a la actuación, puedo decir que no tengo talento alguno y en lo relativo al cine actualmente existe un proyecto para llevar a la gran pantalla 'El chico de la última fila'.
¿Qué tiene Buenos Aires que no tenga Madrid en el ámbito teatral?En Buenos Aires se han montado varias obras mías, como 'El traductor de Blumenberg', 'Hamelin' o 'Himmelweg (Camino del cielo)'. En julio se estrenará 'Cartas de amor a Stalin', dirigido por Enrique Dacal, y en San Miguel Tucumán podrá verse 'El chico de la última fila', montado por Leonardo Goloboff. En Argentina hay un público ávido de teatro al que la profesión teatral ha respondido con una gran generosidad y capacidad imaginativa que ha superado las dificultades materiales con las que se ha encontrado. Pueden encontrarse espectáculos de enorme calidad artística en una casa particular, un parque público o un pequeño garaje. Están haciendo una labor muy imaginativa que intenta, como dice el dramaturgo Rafael Spregelburd, apelar a la complicidad del espectador.
¿Qué proyectos verán la luz en los próximos meses?
'Himmelweg' llegará este verano en el Teatro Nacional de Noruega y en París. 'Hamelin' podrá verse en Roma y Chile. En Portugal se reestrenará 'Hamelin' y se estrenará 'Últimas palabras de Copito de Nieve'. Entre los próximos proyectos españoles se encuentra la versión libre de 'Fedra', dirigida por José Carlos Plaza y protagonizada por Ana Belén, que se estrena en el Festival de Mérida y creo que vendrá en septiembre al Teatro Bellas Artes de Madrid. Tengo dos obras nuevas: 'La tortuga de Darwin', que dirigirá Ernesto Caballero en el Teatro de La Abadía, y 'La paz perpetua', una pieza inédita que montará José Luis Gómez. Gerardo Verá me ha encargado una versión de 'El Rey Lear', de Shakespeare, que también se estrenará durante la temporada.
(MM)

domingo, 3 de junio de 2007

'EL CHICO DE LA ÚLTIMA FILA'. Un sobresaliente

CRÍTICA DE TEATRO

'El chico de la última fila'
Autor: Juan Mayorga
Dirección: Helena Pimenta
Compañía: UR Teatro
Reparto: Ramón Barea, Carlos Jiménez-Alfaro, Luisa Pazos, José Tomé, Ignacio Jiménez, Natalie Pinot
Escenario: Teatro Salón Cervantes (Alcalá de Henares). 3 de junio de 2007

Ejercer la docencia puede resultar tan enriquecedor como frustrante. Germán, protagonista de 'El chico de la última fila', transita entre las dos vías como un equilibrista cuyas últimas ilusiones penden de un hilo. Hundido entre decenas de redacciones adolescentes vacías de contenido, esfuerzo y talento, encuentra una que le llama poderosamente la atención. Detecta algo especial, halla una válvula de escape a tanto resentimiento acumulado, como tantos experimentados profesores.
Juan Mayorga fue muchos años maestro de Secundaria. Helena Pimenta, la directora del montaje, también. 'El chico de la última fila' se alimenta, es comprensible, de multitud de experiencias vividas en primera persona. Pero hay mucho más, el texto abarca un terreno más extenso del que inicialmente uno podría anticipar. En esta obra no hay únicamente una tesis sobre la educación, el estado emocional del profesorado o la influencia de la literatura en la juventud. Los textos de Juan Mayorga, el autor español contemporáneo más importante, ya es indiscutible, admiten mil matices, atrapan la realidad cotidiana y la transportan a través de un vehículo dramatúrgico que, con una puesta en escena complementaria, produce un efecto gigantesco: el ver un teatro tan cercano como comprometido, real e inteligente, cuajado de intenciones que impactan sin caer en la pretenciosidad.
Reforzará sus cualidades 'El chico de la última fila' cuando se pase a la gran pantalla, un proyecto a largo plazo. Puesto en manos de UR Teatro, el texto de Mayorga fluye ágil y rápido, con transiciones cinematográficas que no otorgan ni un segundo de descanso. El espacio escénico es sabiamente aprovechado, lo que se adapta a la libertad textual de la historia. Los planos se intercambian y las conversaciones, como las emociones, pasan a ritmo vertiginoso sobre las tablas. La posible dificultad que se atribuye a una apuesta de estas características queda pulida por el intenso trabajo interpretativo, con un Ramón Barea liderando un reparto equilibrado y donde también raya a gran nivel el joven debutante Carlos Jiménez-Alfaro.
'El chico de la última fila' se nutre además de otros componentes que se alejan de la literatura. Hay apuntes cómicos y otros más cercanos al suspenso (esa mirada al otro, voyeurismo puro) envueltos por un tono realista que acerca la trama al patio de butacas. Un ejercicio que sale de lo introspectivo para convertirse en un relato global que apunta hacia frentes vitales de máximo interés. Un sobresaliente para 'El chico de la última fila'.