miércoles, 31 de enero de 2007

XXI PREMIOS GOYA. 'Volver' volvió

Análisis de la ceremonia

Funcionaron el desplante y los lloros. Funcionó el argumento ‘si en América me quieren, aquí también deberíais arrodillaros ante mí’. Funcionó, y como tantas veces ocurre en el cine español, funcionó a destiempo. 'Volver' no es la gran película que todo el mundo está empeñado en decir que es. Tampoco lo es 'Alatriste', esa producción megapublicitada en la que parecía que cada euro invertido era sinónimo de calidad. A lo que vamos, el año en el que la Academia de Hollywood le ha negado la nominación a Almodóvar, aquí se le hace la ola y se obvia para lo importante a 'El laberinto del Fauno', la auténtica obra maestra del año, sea española, mexicana o de Tele 5. Para 'Volver' y para el director manchego fueron todo los galardones de relieve. 'El laberinto del Fauno', quitando esos merecidos premios de guión original y a la actriz revelación –Ivana Baquero–, se llevó la pedrea, una catarata de Goyas al servicio de la satisfacción general. El descalabro de 'Alatriste' se intuía y para 'Salvador', un único Goya, figurar en el cuarteto de honor ya era una victoria.
Como era previsible, los miembros de la Academia votaron sobre seguro. ¿Cómo se hubiera vendido la victoria de una película oscura, diferente e inverosímil como 'El laberinto del Fauno'? Mal. Para corroborarlo sólo hizo falta escuchar el discurso de la nueva presidenta, Ángeles González-Sinde. No se escucharon quejas ni súplicas, una novedad, pero sí que reafirmó la apuesta que debería hacer el cine español por lo social, “por contar lo que pasa en la realidad”. ¿Más todavía? Si se mira la filmografía de González-Sinde, a rebosar de historias mínimas, se podrán aclarar dudas al respecto de la razón por la que hizo esas declaraciones. Estamos, entonces, ante un posible regreso a la época 'El Bola', 'Te doy mis ojos' o 'Los lunes al sol'.
En cuanto a la ceremonia, bien, gracias. Sin más. Fue la más breve de los últimos años, veloz, diligente y sí, muy aburrida. A José Corbacho se le debe agradecer que no fuera tan pastosa y desagradable como en ediciones anteriores. Aunque tampoco fue para tanto. Las parodias de las películas nominadas fueron sosas, en algún caso innecesarias (¿debía aparecer Andrés Montes en un drama como 'Salvador'?) y los chascarrillos que el conductor de la gala introducía a su gusto brillaban por su ausencia de imaginación. Eso en el lado negativo. Del positivo hay que extraer ideas interesantes para aliviar la carga de pesadez de la gala como el entregar los tres Goya de la categoría de cortometraje al mismo tiempo, con el consiguiente simpático caos en el escenario y la abultada reducción de tiempo dedicado a los agradecimientos. Recurrir a intérpretes como Emma Suárez, Eduard Fernández o Eduardo Noriega como repartidores de Goya fue un acierto. Serios, directos y sin la necesidad de hacerse los graciosos, como ha ocurrido en el pasado. Destacar también ese gag dedicado a Isabel Coixet, sabiamente ridiculizada. Aprobado, en general, aunque todavía que mucho camino por recorrer. Para acabar, no se puede pasar por alto esas declaraciones de José María Barreda valorando la justicia del premio otorgado a 'Volver'. ¡Usted sí que sabe de cine, señor presidente!

OLGA ROMÁN. De perfecta 'partenaire' a dulce solista

Perfil de Olga Román
Se conocieron en Vallecas. Ella tenía veinte años, una encantadora timidez y un buen puñado de sueños musicales. Ocho años después de aquel primer encuentro, al otro lado de un prolongado puente de jazz estadounidense, él estaba esperándola. La llamó, se les hizo tarde y ella perdió el último metro mientras compartían canciones y daban los primeros pasos de una consolidada relación.
Ha pasado más de una década desde que Olga Román y Joaquín Sabina protagonizaran aquel intenso reencuentro. Era el Madrid de 1993 y el cantante dibujaba los temas que formarían parte de su siguiente disco, 'Esta boca es mía'. Desde entonces, la dulzura cándida de Román se ha convertido en el perfecto contrapunto para la personalísima ronquera de Sabina. Una fiel 'partenaire' que perfila con sus coros poemas contemporáneos, declaraciones de amor frustrado y retratos urbanos.

Dulce corista
La carrera de Olga Román comenzó a principios de los 80 de la mano de Luis Eduardo Aute. Después de ser corista en dos de sus discos, 'Entre amigos' y 'Cuerpo a cuerpo', decidió emprender un viaje a Boston para introducirse en el mundo del jazz. Lo que iba a ser una aventura temporal se transformó en una larga estancia de ocho años. Se graduó en el Berklee College of Music y formó el Olga Román Quartet, agrupación con la que actúo en algunos de los festivales de jazz más prestigiosos de la Costa Este.
Desde su regreso a Madrid ha compartido escenarios y grabaciones con Joaquín Sabina, quien siempre ha presumido de "haberle robado la chica a Aute". Además de sus continuas colaboraciones con el jienense, su voz puede oírse en temas de Extremoduro, Jorge Drexler o Fito y Fitipaldis.
En el año 2000 comenzó su carrera en solitario con 'Vueltas y vueltas', álbum en el que aparece el tema 'Again', incluido en el filme de Miguel Albadalejo 'El cielo abierto' y nominado al Goya a la Mejor Canción Original. Cuatro años más tarde vio la luz 'Olga Román 2', una íntima y vital selección de piezas que beben del pop, el jazz y la música brasileña.
La madrileña sala Galileo recibirá la actuación de Olga Román el próximo 8 de febrero. Un recital pausado, cercano y seductor a cargo de una de las voces más dulces y personales del panorama musical.

sábado, 27 de enero de 2007

'PEQUEÑOS PARAÍSOS'. Baúl de sueños

CRÍTICA DE TEATRO

'Pequeños paraísos'
Compañía: Aracaladanza
Escenario: Corral de Comedias de Alcalá de Henares, 27 enero 2007

Acudir a la representación de 'Pequeños paraísos' supone introducirse en un laberinto onírico, en un intenso recorrido lleno de ilusiones, historias mágicas y sueños realizables. Enrique Cabrera, director de la compañía Aracaladanza, ha creado un original universo compuesto por once píldoras dancísticas. El resultado de la fusión de pequeñas coreografías es un espectáculo que cumple con su único y primordial objetivo: arrancar sonrisas y trasladar optimismo y aire fresco al patio de butacas.
Los 'Pequeños paraísos' de Aracaladanza transcurren fugazmente, sin ofrecer un instante de tregua al acelerado montaje. Cinco bailarinas y un extraordinario despliegue de color y recursos visuales se convierten en el eje central de un intenso collage escénico. Fresas, luces de colores, golosinas, pájaros gigantes y pinceladas orientales componen un fresco teatral inspirado en 'El jardín de las delicias' de El Bosco.
El quinteto protagonista ofrece un abanico de movimientos que se mueven entre la expresividad, la inocencia y la ternura. Su labor sobre el escenario cuenta con el acompañamiento del vestuario, un extraordinario ejercicio creativo a cargo de Petra Porter, y una música correctamente ensamblada que contribuye a otorgar al montaje un ritmo vertiginoso y positivo.
El espectáculo, dirigido al público familiar y especialmente pensado para "todos los que aún piensan que el mundo es un juego", alterna piezas mágicas ('Una lluvia muy especial', 'Sin luz en el paraíso') con números menos brillantes y ligeramente repetitivos. La brevedad de 'Pequeños paraísos', su duración apenas supera los 50 minutos, supone una baza a su favor a la hora de llegar al público infantil. Sólo en el epílogo, aderezado con las acertadas notas de 'I want to break free', se echan de menos unos minutos adicionales que hubiesen contribuido a crear un final algo menos precipitado.
'Pequeños paraísos' es una de esas rarezas escénicas que ayudan a reconciliarse con el lado más amable del espectáculo. Un baúl lleno de sueños visuales, un derroche de color capaz de dibujar sonrisas. Una lástima que guste más al público adulto que a los más pequeños.

(MM)

viernes, 26 de enero de 2007

'LA MUJER QUE SE PARECÍA A MARILYN'. Sin fuerza

CRÍTICA DE TEATRO

'La mujer que se parecía a Marilyn'
Autor: Eduardo Galán
Dirección: Antonio Valero
Reparto: Antonio Valero, María Luisa San José, Isabel Aboy, Alejandro Arestegui
Escenario: Teatro Moderno (Guadalajara). 26 de enero

Como Antonio Dechent o Manuel Morón, por poner dos ejemplos significativos, Antonio Valero es un secundario de postín del cine español. Sólo hace falta leer su fimografía para comprobarlo. La diferencia es que Valero participó en una serie televisiva de masas. De ahí a la popularidad. En el montaje escrito por Eduardo Galán, su estreno en la dirección, se ha reencontrado con una compañera de 'Médico de familia', una Isabel Aboy irreconocible. Físico distinto, transición del plató televisivo a las tablas sin traumas. Todo es bienintencionado en 'La mujer que se parecía a Marilyn', obra frágil, de notables ambiciones y, por otro lado, perfecta para llenar teatros, como ocurrió ayer, gran noticia, en el Moderno.
Sobre un profesor de universidad fracasado, solitario y alcohólico –un irregular Valero– y una alumna ambiciosa y lanzada –descarademente sensual Aboy– se estructura un texto que va perdiendo fuerza e interés conforme avanza, olvidando así el prometedor arranque. Un guión débil que llega al final agotado y sin recursos, como demuestra esa escena, terapia familiar a la americana, con la que se resuelven en unos escasos minutos el embrollo sentimental edificado con anterioridad.
En 'La mujer que se parecía a Marilyn' subyacen temas que podrían haber resultado interesantes. Había material en el fracaso, la brusquedad del mundo editorial o el egocentrismo del escritor. Pero el objetivo era otro: el amor rosáceo. Coquetea además la obra con cuestiones delicadas como las drogas y el alcohol, difíciles de concebir ante la poca verosimilitud con la que están desarrolladas. Hay dos personajes mal definidos, especialmente el hijo del protagonista, y el epílogo, por fácil, carece de tensión dramática.
Aunque no todo corre del lado negativo. Hay guiños cómicos sutiles y es interesante comprobar el buen trabajo de Isabel Aboy, un descubrimiento para aquellos que todavía la recordaban como la pizpireta hija mayor del doctor Martín. Una sorpresa por el papel que gasta.

sábado, 20 de enero de 2007

'AFTERPLAY'. Miserias con vodka

CRÍTICA DE TEATRO

'Afterplay'
Autor: Brian Fiel
Dirección: José Carlos Plaza
Reparto: Blanca Portillo y Helio Pedregal
Escenario: Teatro Cervantes (Alcalá de Henares), 20 enero 2007

En el programa de mano de 'Afterplay' pueden leerse unas declaraciones de José Carlos Plaza, director de la pieza, en las que afirma que "después de una buena obra de teatro el espectador debe salir transformado". No puede decirse que la adaptación del texto del irlandés Brian Friel sea un espectáculo fallido, pero tampoco logra cumplir el ambicioso objetivo. Su labor consiste en mostrar las miserias de dos personajes desorientados, abandonados en la confianza que proporcionan el alcohol y el anonimato. No hay que buscar una mayor profundidad en el desarrollo del montaje, que transcurre sin alteraciones bruscas ni sorpresas inesperadas.
Sonia y Andrei, personajes de las chejovianas 'Tío Vania' y 'Tres hermanas' respectivamente, comparten tés, vodka y confidencias en cualquier café del Moscú de los años 20. Friel rescata dos figuras literarias e imagina cómo serían sus vidas dos décadas después de su paso por las páginas de sus novelas. A pesar de esta conexión artística, poco importa que los protagonistas de 'Afterplay' sean caracteres surgidos de la pluma de Anton Chéjov o dos meros desconocidos. La soledad y el irremisible fracaso se convierten en la verdadera base de una representación sustentada por completo en la labor interpretativa.
No hay que mirar con demasiada atención para darse cuenta de que 'Afterplay' es un espectáculo netamente actoral. Blanca Portillo y un inmenso Helio Pedregal protagonizan un duelo escénico en el que la balanza se inclina sutilmente del lado del segundo. Portillo cumple con un personaje sincero y agradecido, mientras que el veterano Pedregal demuestra su extraordinaria capacidad interpretativa con un Andrei que esconde sus penas detrás de un disfraz de falso triunfo.
La eficaz labor de los únicos actores de la obra pone sobre la mesa una incómoda pregunta. ¿Funcionaría 'Afterplay' si no contara con sus interpretaciones? Probablemente no. La idea original resulta indudablemente atractiva y la escenografía construida por Paco Leal contribuye a crear un acertado ambiente solitario. Sin embargo, el texto alterna diálogos destacados –mención especial merece esa interesante reflexión sobre las personas que viven colgadas de un sueño irrealizable- con otros más intrascendentes.
Soledades con vodka, confesiones desesperadas, fracasos irremediables y utopías eternas componen 'Afterplay', un pausado retrato de la derrota construido de forma lineal. Un texto que logra funcionar gracias a la presencia de Blanca Portillo y Helio Pedregal, un auténtico animal de teatro.

(MM)

jueves, 18 de enero de 2007

'LAS MUJERES SABIAS'. Humor sin añadidos

CRÍTICA DE TEATRO

'Las mujeres sabias'
Autor: Molière
Adaptación: Fernando Romo y Ángel Facio
Compañía: Fuegos Fatuos
Dirección: Fernando Romo
Escenario: Teatro Moderno (Guadalajara). 19 de enero

Casi cuatro siglos después de su estancia en la vida, a Molière se le sigue recordando sin cesar por el legado escénico que dejó. Abundante y de indiscutible calidad, su obra, pura orfebrería, ha sido resituada, reubicada y exprimida al gusto de la compañía de turno. Habitual es ver en los últimos años tropelías grotescas sobre piezas del célebre dramaturgo, la primacía del todo vale. Laboratorios de pruebas muy alejados del espíritu real que contribuyó a la creación de textos de enorme sutilidad y con tan variadas ramificaciones sociales. Faenas de aliño distantes a las intenciones complejas de 'El misántropo' o 'El avaro', por colocar un par de ejemplos. En sentido contrario han florecido montajes de los que el francés probablemente se sentiría orgulloso. No habría que recurrir para ello a esa trampa tan de moda de trasladar imaginariamente el pensamiento del dramaturgo a la actualidad, un juego absurdo e incoherente.
El Molière que aborda con sumo entusiasmo la compañía de Guadalajara Fuegos Fatuos se ajusta mejor a esta segunda definición. 'Las mujeres sabias' no es un montaje sobresaliente ni descollante, aunque sí puede impartir sin aparente esfuerzo lecciones en cuanto a frescura y desparpajo. Hay una atmósfera cálida y envolvente, sostenida con aplomo y sin dificultades por una puesta en escena sencilla, dos planos y cinco puertas, perfecta para las dimensiones del Moderno. Y no faltan amagos, cierto que suaves, de crítica social, con una carga de irreverencia en la que se nota el bolígrafo de Fernando Romo, un autor de público.
Se debe subrayar irreverencia, que no provocación. Porque a estas alturas, es imposible alterar a la sociedad con los tibios soplidos verbales de 'Las mujeres sabias', dirigidos a la hipocresía de las altas clases sociales. El resultado es un Molière ingenuo y más cómico que ácido, con poco material para la reflexión y sin carga dramática en la que hurgar, sin capacidad para dejar una huella firme. Buscado o no, así ha quedado el trabajo de Fuegos Fatuos.
'Las mujeres sabias', escrita por un Molière casi en agonía, es un texto menor comparado con 'El misántropo' o 'El enfermo imaginario'. Del grupo, probablemente, el que peor ha soportado el paso del tiempo. En manos de Fuegos Fatuos crece en virtud de las características de la compañía. Una de sus bazas más fuertes es la labor interpretativa, un ejemplar ejercicio coral. Actores, la mayoría con mucho oficio, que saben lo que se traen entre manos. Solidez es el término. La energía que desplegaron, con asterisco de regalo para una Lidia Palazuelos pletórica y para César Maroto, fue devuelta por el público envuelta en aplausos.
Una idea interesante de cálida acogida fue la de otorgar a Maroto un papel de acotador-narrador en el que se desenvolvió a la mil maravillas. El núcleo de la trama, una colección de enredos de peso ligero, se movió al vaivén de sus intervenciones, ganando intensidad conforme avanzaba la historia tras un arranque un tanto templado.
El costumbrismo tan habitual en Fuegos Fatuos no faltó a la cita, al igual que esa apuesta, a rafágas, de hermanamiento con el cine mudo. Es meritorio, además del simpático uso de la banda sonora, ese trallazo final de entradas y salidas, disparate mesurado bien planteado por un experto en estas lides como Romo. De los diálogos salían entretenidas chispas, otra nota característica de los alcarreños, aunque el irregular trazado del conjunto propició momentos superfluos, adecuados para acentuar el deseado tono cómico.
El progreso respecto a la inferior 'El jardín de las boinas', anterior montaje de la compañía, es notorio. Pocos son profetas en su tierra, y menos en Guadalajara, ciudad nada proteccionista en cuestiones culturales. En este sentido, el lleno que presentó el Teatro Moderno se puede considerar una gran victoria. Nadie le podrá negar ya a Fuegos Fatuos que con 'Las mujeres sabias', estrenada en el último Festival de Teatro Clásico de Almagro, ha subido un peldaño importante. Un paso al frente para una compañía que sigue haciendo de la constancia y el humor sus mejores bazas.

domingo, 14 de enero de 2007

'LEONOR DE AQUITANIA'. De profesión, reina

CRÍTICA DE TEATRO

'Leonor de Aquitania'
Autor: A. Méndez
Dirección: Mercedes Lezcano
Reparto: Marta Puig, Daniel Muriel, Alfredo Cernuda, Mar Bodallo, e Iñaki Crespo
Escenario: Teatro Salón Cervantes (Alcalá de Henares). 13 de enero de 2007

La falta de escrúpulos y las ansias exageradas de poder, dispuestas a pasar por encima de lazos sentimentales y amistades prescindibles, parecen una condición indispensable para alcanzar la cima del éxito. La realeza ha sido históricamente uno de los colectivos más ambiciosos. Traiciones y matrimonios de conveniencia han estado, durante años, estrechamente ligados a las intrigas palaciegas. La agresiva fusión ha dado como resultado un puñado de reinas coronadas y una eterna colección de aspirantes frustradas.
A la primera categoría pertenecía Leonor de Aquitania, una figura histórica muy moldeable por las artes escénicas, propietaria de una biografía apasionante. Mujer de antes y de ahora, es la protagonista absoluta de la 'Leonor de Aquitania' vista desde el prisma de A. Méndez, seudónimo teatral del televisivo Alfredo Cernuda, que la juzga desde sus tres vertientes humanas: reina, esposa y madre. El autor busca siempre la cercanía con el público y la identificación absoluta con la protagonista. Nada de explicaciones históricas ni líos onomásticos que pudieran entorpecer la conexión con el patio de butacas. La apuesta por la sencillez de esta 'Leonor de Aquitania', de irregular trazado, es tal que en su tramo final se torna decididamente cómica, casi de opereta. Un epílogo desconcertante que, para disgusto de los puristas, no duda en romper con la seriedad anterior.
La dirección de Mercedes Lezcano es un prodigio de sensibilidad, probablemente decisiva para dotar de racionalidad a un texto que combina buenos momentos con otros visiblemente peores. La puesta en escena, sobria y sin condimentos, regala al texto todo el protagonismo, sujetado por la desgarradora interpretación de Marta Puig, una sorpresa. El resto del reparto desfila por el escenario en silencio. Son prácticamente marionetas que la reina maneja a su antojo, de un perfil irrelevante en algún caso. Desde el inicio se aprecia una sutileza sólo rota en el tramo final, en el que Cernuda ofrece la interpretación más irregular y fuera de tono de la terna de secundarios. Eso sí, nadie le puede achacar el entusiasmo con el que desarrolla argumentalmente su reina Leonor, un prodigio de efectividad y dinamismo capaz de suscitar una pizca de reflexión.
Porque, aunque pasen siglos y milenios, la ambición, dichosa virtud, permanece instalada en la sociedad como única condición indispensable para llegar a la cúspide de la pirámide, al éxito. En contraprestación, marchan cuesta abajo y sin frenos el esfuerzo, la humildad y la constancia. Leonor de Aquitania lo sabía. Pero su papel de reina, con corona, se apropió de su personalidad. Muy por encima de su labor como esposa y madre. Incluso de sus sentimientos, desgraciadamente sólo al descubierto en sus últimos coletazos vitales. Figura atemporal, un personaje muy jugoso y todavía por exprimir plenamente el de Leonor de Aquitania.

(MM)

jueves, 11 de enero de 2007

'LA SOMBRA DE NADIE'. Intento fallido (**)

CRÍTICA DE CINE

Débil y artificial, 'La sombra de nadie' reúne unos cuantos argumentos que facilitarán la tarea a los que con constancia despotrican sin reparos contra el cine español. El segundo largometraje de Pablo Malo se desmorona rápidamente por culpa por un guión inconsistente e inverósimil que articula una trama sin fuerza, carente de ritmo y que se mueve sin pericia entre los derroteros del suspense, el drama y, sin buscarlo, la comedia. Una pena, porque la escena con la que arranca esta historia de secretos del pasado enmarcada en un ámbito rural montañoso, es magistral, generadora de unas expectativas que luego no se cumplen.
Autor de la laberíntica y apreciable 'Frío sol de invierno', Pablo Malo se mostró en su debut como un cineasta con habilidad a la hora de construir historias de un perfil secundario. En 'La sombra de nadie' no queda ni rastro de ese buen gusto literario, perdido en beneficio del terror fantasmagórico que popularizaran M. Night Syhamalan ('El sexto sentido') y Alejandro Amenábar ('Los otros').
Todo nace, básicamente, de la torpeza de un guión desafortunado y endeble, un mal que ya sufrió su cortometraje 'Jardines deshabitados', un claro antecedente, incapaz de dotar de coherencia al desarrollo de los acontecimientos. Sí permanece una fotografía impoluta y un trabajo actoral de notable nivel medio. En ese sentido, elogio absoluto a la labor desarrollada por ese magnífico profesional, uno más en la cuenta, que es Manuel Morón, aquí un pueblerino de irreductible carácter.
'La sombra de nadie' combina relatos y personajes acosados por un pasado oscuro hasta desembocar en un epílogo irreconocible y abierto a las dudas sin respuesta. Con buen gusto, Pablo Malo arma la trama alrededor del suspense psicológico. Nada de efectos inesperados, a no ser por ese par de sustos sorpresa que tan buenos resultados proporcionan entre el público sin pretensiones y que aquí chirrían en exceso. De agradecer es también esa aproximación a la comedia de los 70 por mediación de los personajes interepretados por Vicente Romero y Ándres Gertrudix. Desafortunadamente, tampoco termina de encajar en un conjunto que apuesta de forma decaída por un suspense que no pasa por ser un mera colección de tópicos. Decepcionante.

'GRBAVICA'. Impacto pausado (***)

CRÍTICA DE CINE

De entrada, causa sorpresa comprobar como una película menor, de una profunda intimidad y que privilegia el guión por encima de las aptitudes técnicas, fuera la ganadora del Oso de Oro del último Festival de Berlín. Lo más fácil es que 'Grbavica' pasase desapercibida, engullida entre célebres nombres, ambiciosas historias y costosos proyectos.
Que nadie espere golpes de efectos, algo de entretenimiento ni una destreza reseñable en algún apartado técnico. En 'Grbavica' en los sólo hay sensibilidad, muchísima y racionada con acierto, un sólido trabajo de esa madre coraje que es Mirjana Karanovic y una historia impactante por su triste verosimilitud, contada con sutileza por una cineasta con las ideas claras, sin rodeos ni tramas de refilón que puedan afectar al localizado en unudo principal, un dramón de posguerraBalcanesna barriada de clase media de la capital de Bosnia, Sarajevo.
La tragedia de las hijas sin padre ha dado abundante material para el celuloide. Por eso, a quien esté habituado a ver cine de la última hornada salido de ese país, probablemente 'Grbavica' no le surta el mismo efecto que a la persona que todavía permanezca desinformada en estos temas. Lo que la diferencia del resto es ese tono pausado y respetuoso, en calma hasta la explosión final, que llega sin maquillajes, afligida y demoledora.


lunes, 8 de enero de 2007

'BABEL'. Dolor y esperanza (****)

CRÍTICA DE CINE

La globalización ha acentuado la falta de comunicación entre los seres humanos. Lo que se ha ganado en cercanía por medio de los avances tecnológicos se ha compensado por la ausencia de sensibilidad en el trato directo. La incomunicación es uno de los rasgos más palpables que configuran la actual sociedad moderna.
Ambiciosa como pocas, 'Babel' se agarra fuerte a esa premisa para vomitar, no hay mejor término, una película dolorosa y por la que fluye una desolación cuidadosamente estudiada, puesto que al final se eleva por encima de personajes, actitudes y tramas un suspiro de esperanza, materializado en dos escenas hipnóticas, de las que dejan poso por mucho tiempo. Y con una metáfora física final que regala una de las estampas más impactantes que se han paseado en los últimos tiempos por la pantalla, encaje de un puzzle compuesto con sabia maestría.
Edificada a base de azares y fatalidades, 'Babel' vibra al ritmo del guión escrito por Guillermo Arriaga. La dirección de González Iñárritu añade una fuerza estética fundamental, pero es el texto de Arriaga, su habilidad para tejer historias que perforan conciencias sin dificultad, la mano que mueve las marionetas que se reparten en cuatro escenarios. A diferencia de 'Amores Perros' y '21 Gramos', 'Babel' se posiciona fuera de un escenario único.
Una bala perdida disparada en el desierto marroquí repercute en una joven sordomuda de Tokio y en la vida de un matrimonio norteamericano. Ese disparo constituye el punto de partida en la creación de una telaraña que avanza a paso firme, alternando momentos de gran brillantez con otros de vacío absoluto. De la tragedia inicial van brotando raíces profundas como la soledad, el miedo, la inmigración ilegal y hasta el afán norteamericano por sembrar el miedo colectivo mediante el término 'terrorismo'. Siempre con la incomunicación, sea el idioma que sea, ejerciendo de gurú en las alturas.
El binomio Arriaga-González Iñárritu se deshace después de esta agobiante y mayúscula 'Babel', un brillante epílogo para una de las colaboraciones colectivas más jugosas que ha regalado el cine en la última década. El legado que han dejado, una única trilogía deslumbrante, quedará para siempre en la videotecas de los que todavía creen que con una cámara y un texto se pueden remover sentimientos.

'MIA SARAH'. Demasiado azúcar (**)

CRÍTICA DE CINE

Crear un clima mágico es una de las metas más perseguidas por directores y guionistas, especialmente por aquellos que apuestan por continuar el sobreexplotado terreno de la comedia romántica. Sin embargo, son pocos los que consiguen rodar una historia sincera, que logre conmover sin recurrir a los desgastados tópicos destinados a provocar la lágrima fácil y la sonrisa pasajera.
El debutante Gustavo Ron fracasa en el intento de facturar una buena ópera prima con una 'Mía Sarah' que, si bien podría haber resultado un más que correcto ejercicio cinematográfico, no pasa de ser un pasatiempo demasiado edulcorado. Dos hermanos marcados por la tragedia, un entrañable abuelo gruñón, un psicólogo tímido y una previsible historia de amor componen un mosaico nada sorprendente.
Gustavo Ron adolece de uno de los males más comunes y peligrosos de la profesión: la dificultad de encontrar un buen final, una labor mucho más compleja de lo que parece. El arranque de esta 'Mía Sarah' resulta eficaz y consigue dibujar una atmósfera cálida y cercana, una de las principales virtudes del filme. Sin embargo, el guión chirría demasiado a medida que el metraje llega a su fin, con una última media hora que pretende encajar las piezas del puzzle en un todo demasiado perfecto.
Daniel Guzmán y Verónica Sánchez cumplen con unos papeles ajustados a su mejor faceta interpretativa, la que se mueve en el terreno de los personajes frágiles y transparentes, sin más dobleces que las evidentes. El trío protagonista se completa con un Manuel Lozano adolescente que ha perdido definitivamente el encanto desbordante de 'La lengua de las mariposas'. La presencia del siempre eficaz Fernando Fernán Gómez y el grotesco personaje de Diana Palazón regalan los mejores momentos de un filme discreto y necesariamente ñoño.
'Mía Sarah' se convierte así en una nueva revisión de los tópicos que rigen las historias de amor cinematográficas. Una sucesión de escenas conocidas y lugares comunes que construyen una propuesta sólo apta para románticos empedernidos a los que no les empalague tanto azúcar. Una pena que pretendan hacer creer que esto es un auténtico cuento de hadas.

(MM)

jueves, 4 de enero de 2007

'BANDERAS DE NUESTROS PADRES'. Desmitificadora (***)

CRÍTICA DE CINE

A nivel de recaudación y hasta de crítica, 'Banderas de nuestros padres' ha sido un fiasco en Estados Unidos. ¿Chocante? En absoluto. La visión que Clint Eastwood ofrece sobre la naturaleza del héroe, sobre el concepto de heroísmo asociado a la defensa de unos valores patrióticos, colisiona con la postura general conservadora y patriótica que reina en la sociedad del país de las barras y las estrellas en la era Bush.
Profundamente desmitificadora, los héroes que Eastwood levanta en su fresco de la batalla de Iwo Jima se fundamentan en la subjetividad de una fotografía tomada en un momento antiépico y circunstancial. Una estampa colectiva a la que el azar, infortunio para algunos, colocó el rótulo de legendaria, repercutiendo en la vida de los tres soldados que sobrevivieron a la fotografía, ejes sobre los que Eastwood configura una nueva muestra de valentía y madurez cinematográfica.
Dura, meridianamente contemplativa y de impecable estética, 'Banderas de nuestros padres' no pasará por ser una de las mejores películas del cineasta estadounidense. Hasta puede resultar decepcionante para el aficionado al género bélico y al seguidor incondicional de ese cine tan de autor que ha legado en la última década el creador de 'Sin Perdón'. Es indiscutible la pericia con la que están rodadas las escenas bélicas, en especial ese desembarco colosal que tanto recuerda al que rodara Steven Spielberg en 'Salvar al soldado Ryan'. El ritual de esas tomas sigue con profesionalidad el reglamento habitual, llenando la pantalla de sangre, mutilaciones y desesperación. Hiperrealismo con un punto cínico, como se sonsaca de uno de los personajes del filme: "Estoy harto de los que opinan sobre la guerra sin haber estado en ellas". Cine de grandes dimensiones en el que Eastwood maniobra con dificultades, sin un atisbo de las cualidades únicas que le han prestado grandeza.
Es el motivo por el que únicamente cuando el relato se estrecha, se individualiza y se minimiza alcanza las cotas emocionales esperadas. En ese punto, 'Cartas desde Iwo Jima', la visión desde el lado japonés de la sangrienta batalla por ese trozo de tierra del Pacífico, aventura un discurso más íntimo y sosegado, con una historia de tamaño inferior a la de 'Banderas de nuestros padres' que, tristemente, se pierde en un laberinto algo reiterativo de nombres desfigurados y saltos temporales que le restan crédito antes de llegar a un epílogo que sí, resulta ejemplar.
Descarnada en el sector bélico y antiepopéyica en su tramo de glorificación de los supervivientes del izamiento de la bandera, la sencillez con la que se desarrolla la propuesta, bailes cronológicos aparte, contrasta con la cantidad de mensajes que Eastwood dispara a bocajarro para definir a una sociedad, la estadounidense, excesiva, propagandística hasta el exceso y que practica la idolatría al ser humano sin límites. Es modélica, en ese sentido, la explícita voz en off que coloca el punto final al largometraje. "No luchaban por un país. Lo hacían por sus amigos". Podría resultar un tópico más, cargante incluso, pero puesto en boca de Clint, por muchas razones, resulta de una credibilidad suprema.

miércoles, 3 de enero de 2007

CLINT

Opinión

Hace poco salió en un suplemento cultural una extensa entrevista a Clint Eastwood. La portada la ocupaba por entero una fotografía tomada durante el rodaje de 'Banderas de nuestros padres'. Gorra militar, gesto marcial, un rostro enjuto atravesado por mil surcos y ancho forro polar para combatir el frío. La cercanía con la vejez, con la muerte que diría Jorge Luis Borges, no desgasta a Clint Eastwood. Nada está vedado para uno de los últimos grandes cineastas vivos que le quedan al celuloide mundial. Dice Eastwood, 76 años llenos de lucidez mental, que los héroes “son normalmente gente perturbada”. Es un ejemplo de un discurso que se aleja de tópicos, que rompe la imagen de irredento conservador republicano que parte del celuloide y adyacentes guardan de él. Lejos de lo que grita una lectura superficial de su filmografía como actor y una visión global de su postura ante la vida y de sus actos como ciudadano, Clint pasa por ser un reducto para los que todavía conservan la esperanza de disfrutar de una narrativa sincera, veraz y aferrada a unos códigos (lealtad, esperanza, fe, amistad) cercanos a la extinción. Desde una década atrás, el veterano director está empeñado en radiografiar la naturaleza humana desde todos los ángulos posibles. Sin concesiones, su trayectoria ha dibujado un perfil molesto con la irregularidad, sin baches y siempre, gran mérito, poco condescendiente con el público. Empezó con 'Sin Perdón', sin palabras. 'Los puentes de Madison' conmovió tanto por qué contaba como por quién lo hacía. 'Poder absoluto' y 'Ejecución Inminente' supusieron un ajuste de cuentas con el pasado. 'Space Cowboys' fue el ejercicio de autoexploración más sano que podía haberse infligido. Después del tropiezo de 'Deudas de Sangre' se levantó con 'Mystic River' y se elevó a los cielos con 'Million Dolar Baby'. Las comparaciones con 'Mar Adentro', mismo fondo opuesto tratamiento, fueron absurdas.
Hoy llega a la cartelera después de una espera eterna 'Banderas de nuestros padres', la primera de las dos cabezas de su proyecto homérico. Para disfrutar de su complemento, 'Cartas desde Iwo Jima', rodada íntegramente en japonés, con actores de ese país en el reparto y situando al soldado norteamericano en el lugar del enemigo, habrá que esperar hasta marzo. Posiblemente no se podrá juzgar con exactitud a B'anderas de nuestros padres' hasta poder ver 'Cartas desde Iwo Jima'. Una lástima, pero bendita herocididad en estos tiempos la que ha cometido Clint. En una época en la que abundan la trilogías, continuaciones y demás, lo que ha hecho, sobre el papel, es admirable Y su independencia y status, otra vez en tela de juicio. Tomar riesgos a los 76 años, que aprendan otros.

martes, 2 de enero de 2007

ANÁLISIS CANDIDATURA PREMIOS GOYA 2007

Análisis

Previsibles, cantados, con algún derrotado de relumbrón y con una ausencia flagrante, la del elenco de la hermosísima 'Ficción', la enésima lección interpretativa de Eduard Fernández, incomparable a la de los actores seleccionados en esa categoría. El olvido de su compañera de reparto Montse Germán como actriz revelación es revelador en ese sentido. Más allá de apuntes que se quedan en la anécdota, las candidaturas a los Goya han puesto de manifiesto los deseos de renovación que tiene la Academia del Cine, con nueva presidenta al frente. Una de sus tareas primordiales debe ser reflotar una ceremonia en estado comatoso y que alcanzó la cima del patetismo en su anterior edición, la del vigésimo aniversario. Por eso se ha decidido apostar sobre seguro. Por un guión que se presume irreverente, pero sin pasarse, escrito por José Corbacho, por reducir la duración y por llenar el auditorio de caras conocidas. No deben sorprender, entonces, los nombres de las películas con más nominaciones, aunque, en algún caso, sean inmerecidas.
Cantado estaba el cuarteto que dirimirá el Goya a la Mejor Película, aunque 'Azuloscurocasinegro' y hasta 'Ficción' hubiesen merecido mejor suerte. 'El laberinto del fauno', la joyita del grupo, deberá competir con el trío de películas que estuvo preseleccionada para los Oscar. 'Salvador' es el invitado de piedra, la sobrevalorada 'Alatriste' ha perdido mucha comba y el asunto se puede dirimir entre la favorita, 'Volver', y la posible sorpresa, 'El laberinto del fauno'. Aunque, realmente, mucho se debe torcer la situación para que 'Volver', hipervitaminada de premios en las últimas fechas, no se lleve el galardón. ¿Se vivirá la repetición de lo ocurrido con 'Mar Adentro'? ¿Será la reconciliación definitiva entre la Academia y Almodóvar?
La categoría de intérpretes se moverá en coordenadas semejantes. A Penélope Cruz la han rodeado de un trío de actrices que no destacan especialmente dentro de sus películas. Es la favorita absoluta. Más dudas despierta la categoría masculina. Juan Diego borda en 'Vete de mí' un papel hecho a medida, para su lucimiento. Ganó en San Sebastián y puede repetir con permiso de Mortensen, cuya labor en 'Alatriste' es tan despreciada como venerada. Ese acento argentino no perdona. Sergi López y Daniel Bruhl (muy bien en 'Salvador') no deberían inquietar a la pareja anterior. En los actores de reparto, la irrupción de Antonio de la Torre, uno de los discípulos de Sánchez Arévalo, es una de las mejores noticias del año. En buena lógica, podría rivalizar con Juan Diego Botto, ejemplar réplica generacional de Juan Diego en la humilde 'Vete de mí', porque ni Echanove en 'Alatriste' (Dechent y Eduard Fernández, otra vez, están mejor) ni Sbaraglia en 'Salvador' (?) lucen. Y en el apartado femenino, apabullante dominio de Volver, con tres de las cuatro nominaciones y con Blanca Portillo como favorita. Entre los debutantes hay material. Carlos Iglesias, autor de la notable 'Un franco, 14 pesetas' y especialmente Sánchez Arévalo, ese director tan especial, son los nombres más destacados de una cosecha más que jugosa. Casi como la de los intérpretes revelación, con Javier Cifrían, actor de televisión que sorprende en 'El próximo Oriente' y la inquietante Ivana Baquero ('El laberinto del fauno') a un nivel superior.
Para acabar, cabe destacar la casi total ausencia de 'El camino de los Ingleses' de Antonio Banderas, con un par de nominaciones, la presencia del renacido Andrés Calamaro en la categoría de Mejor Canción ('Bienvenido a casa') y el bajo nivel medio de los cinco cortometrajes seleccionados. Pocas sorpresas para una gala en la que el duelo 'Alatriste'-'Volver' será el mayor aliciente, lo que tampoco significa demasiado.