miércoles, 26 de julio de 2006

'EN LA CAMA'. Susurros al oído (****)

CRÍTICA DE CINE

Un polvazo filmado sugestivamente, nada que ver con el que abría la pobrísima 'Excusas' de Joel Joan, recibe al espectador de 'En la cama', una película minimalista, pequeña y hecha con tacto que se llevó entre elogios y abucheos la última Espiga de Oro de la Seminci de Valladolid. Ni ese importante galardón le valió para asegurarse un lugar en la cartelera. Le ha costado horrores llegar a España, aunque lo ha conseguido no sin cierto retraso.
El joven Matías Bize, al que se compara constantemente con Alejandro Amenábar, ha regalado una de esas perlas realizadas con una respetuosa sensibilidad y dotada de un guión sólido que se permite el lujo, incluso, de sorprender en un par de ocasiones. Que nadie espere a pesar del título un recital de escenas de cama inconexas como la receta que proporcionaba '9 Songs'.
En 'En la cama' hay diálogo, mucho, nada de acción, y un fabuloso desafío interpretativo en el que se descubre el potencial de Gonzalo Valenzuela. La historia sucede en una noche cualquiera y la protagonizan dos desconocidos. Pero el trabajo exquisito de Bize es capaz de extrapolar esta relación a la que puede mantener cualquier pareja de media o larga duración. Trabajo suave e interesante, 'En la cama' se consagra como un hallazgo para los interesados en explorar sin tópicos el corazón de las relaciones humanas.

lunes, 24 de julio de 2006

ANTONIO VELASCO. Sorpresa con futuro

CONCIERTO

Antonio Velasco
Escenario: Parque de la Concordia (Guadalajara). 12 de julio de 2006

Diferente y prometedor. Si la suerte lo permite, se vislumbra un futuro sugerente para Antonio Velasco, joven músico de raíces alcarreñas que presentó sus credenciales la noche del miércoles en el Parque de la Concordia. Sus señas de identidad, gestos, estilo y sonido le delatan. No componen Velasco y la banda que le acompaña, a la que llama Hit Factory, una de esas formaciones, puro fuego de artificio, que se estructuran alrededor de arcaicos conceptos del pop de los 80. Hay una identidad propia, un concepto distinto de entender la música en directo. Velasco, que no dejó de alardear de su condición de marchamalero, ha escuchado, y mucho, a gente de buena reputación de la última oleada, caso de Quique González. Buen gusto. En su repertorio, más amplio de lo esperado, hay serie negra americana, un filón de referencias cinematográficas, chicas que se escapan para siempre y venturosas noches madrileñas. Mostró hechuras en el directo Velasco, bien arropado por una banda, guitarra, bajo y batería, en perfecta sincronía, contando con la ocasional ayuda de un violín, rica idea aunque poco explotada. Dibujó un concierto agradable. Eficiente casi por inesperado. Se peleó con el sonido, empeñado en deslucir la calidad de sus letras, en algunos casos muy superior a la melodía. No se le entendía en algunas fases, ganando la pelea en este aspecto los instrumentos, especialmente la batería. Salió airoso del trance, dejando una estampa de músico que, todavía un proyecto, marcha por el camino correcto.
En cuanto a las canciones, perfiladas en el directo del miércoles en una vertiente menos rockera que la que exprime en el EP '6 Faroles', sobresalen 'Chevrolet quemado' y esa joyita que es 'Señorita R&R'. Hay canciones con muchísima menos pegada que azotan las radios. Esa es la batalla que deberá aceptar Velasco.

'FACTÓTUM'. El pozo del maldito (***)

CRÍTICA DE CINE

Bares humeantes, chicas de cabaret, tipos de mirada perdida, fracasados enganchados al alcohol, escritores zurdos, habitaciones con licencia para dormir y follar. El universo de Charles Bukowski, ese escritor provocador, borracho y talentoso que escarbaba en su propia vida para encontrar material literario, ha perdido fuelle y peso entre los lectores. Vigencia en el sentir de una juventud que comulga con unos principios éticos y estéticos alejados de la atmósfera sucia, denigrante y turbia que defendía Bukowski en su bibliografía. Un universo que ha reproducido el noruego Bent Hammer en 'Factótum', un loable intento bendecido por la humildad, la ausencia de intenciones mayúsculas y la presencia de un Matt Dillon enorme, que sigue en ese estado de gracia adquirido desde 'Crash'. Agradecida película, sobre todo para toda esa generación que desconoce quién fue Bukowski, qué era eso del sueño americano y el verdadero significado de que la vida pasa, como casi todo. Hamer se ha limitado a filmar diferentes pasajes, a modo de puzzle, de la madurez del alter ego de Bukowski, ese Henry Chinaski empeñado en no dejar de ser un maldito. El resultado combina escenas poderosísimas (la conversación muda con el editor) con otras olvidables. Un pasatiempo útil y efectivo esta 'Factótum'.

jueves, 20 de julio de 2006

'TU VIDA EN 65''. Forzado azar (*)

CRÍTICA DE CINE

'Tu vida en 65 minutos' es una de esas películas que acumulan elogios inauditos y críticas grandilocuentes. Su eficaz comienzo, absurdo y poco convencional, consigue crear expectativas que el resto del metraje se encarga de desbaratar. Lo que podría haber sido una historia fresca y conmovedora queda reducido a un buen puñado de tópicos y asociaciones inverosímiles en las que el azar juega un papel más protagonista del deseado.
La cuarta incursión cinematográfica de la directora catalana María Ripoll surge de la adaptación fílmica de uno de los textos teatrales más exitosos de los últimos años. Su autor, Albert Espinosa, realiza algo que ya hizo en el guión de 'Planta 4ª': mirar a la muerte cara a cara y sin tapujos. Tres amigos, una esquela y un pensamiento equivocado sirven de inicio para encadenar un argumento en el que las piezas encajan más por obligación que por naturalidad.
El reparto actoral, compuesto por un conjunto de intérpretes jóvenes y poco conocidos, funciona de manera dispar. El protagonista Javier Pereira consigue simplemente cumplir con un personaje al que podría haber sacado mucho más jugo. Su compañera en una historia de amor forzada, Tamara Arias, resulta poco creíble y exageradamente ñoña. Mejor papel juega la extraña pareja de secundarios formada por Marc Rodríguez y Oriol Vila. Su presencia en la pantalla ofrece los momentos más originales, cómicos y sorprendentes.
'Tu vida en 65 minutos' es un ejemplo más de los dramas desorbitados que presenta la producción nacional reciente. Sobran los toques publicitarios derivados de una cámara demasiado inquieta y determinados pasajes que resultan absurdamente dramáticos (la fiesta-velatorio a la americana es simplemente incomprensible). Diálogos recargados y conexiones imposibles desmerecen lo que podría haber sido un ejercicio cinematográfico digno y menos pretencioso.


(MM)

martes, 11 de julio de 2006

'CARS'. A toda pastilla (***)


CRÍTICA DE CINE

Puede que la NASCAR no tenga arraigo alguno en Europa. Que el intento de enmascar esta competición puramente estadounidense y disfrazarla de Fórmula 1 sea poco ético. Que soportar casi dos horas de animación sea una tarea titánica para un adulto. Que haya alguna injustificable lección moralista, bien oculta, aunque perceptible. Sí, 'Cars' tiene sus fallos. La lista se podría alargar si se tuviera en consideración la pérdida de eficacia que se deriva del trasvase propiciado por el cambio idiomático. Nunca va a ser igual escuchar a Niki Lauda y Bob Costas que a Fernando Alonso y al insoportable Pedro Lobato. La suma de deslices reseñada no desluce la impecable envoltura formal que rodea a esta película, puro entretenimiento. Familiar, cercana y divertida, 'Cars' representa a la perfección el modelo Pixar, esa empresa especializada en facturar con exquisita diligencia productos para todos los públicos. Si a nivel de animación consigue cotas magistrales en comparación con lo exhibido por sus contemporáneas, el guión, si bien se mueve en un registro inferior al de 'Los Increíbles', no le anda a la zaga, con una historia sencilla y contada con buen gusto, sin torpezas y con algún diálogo sorprendente.

Lo que ese genio llamado John Lasseter ha logrado en 'Cars' es, esencialmente, elevar un sentimental cántico a la nostalgia. Ha registrado en versión animada un emocionado recuerdo a ese pasatiempo tan genuinamente americano que consistía en recorrer por carretera el país de punta a punta. Ahí la célebre Ruta 66 opera de eje vertebrador. Es esta vía la representante de un pasado borrado sin compasión por el desmesurado progreso que ha experimentado el país en las últimas décadas. Un reflejo de lo que fue y, a un par de kilómetros (esa moderna carretera plagada de coches que conducen a velocidades altísimas), lo que es.

Rayo McQueen, un jovencísimo y agresivo coche de carreras, termina atrapado antes de disputar la final de la Copa Pistón en uno de esos pueblos sin perspectivas de progreso. Con un presente tedioso y un futuro inexistente. El censo de la localidad lo compone un grupo de vehículos de lo más variopinto. Desde un camión hippie que se despierta cada mañana a ritmo de Jimi Hendrix, hasta un misterioso Doc Hudson que ejerce la justicia en la villa, por señalar a las dos creaciones más conseguidas. Lo que realmente encuentra en ese paraíso perdido McQueen es intangible. Una lección de amistad, del significado de competir. De la dignidad alejada de significados metafóricos. De que en la vida no todo es ganar. Ni que estar en la cúspide significa que eres superior a los que te rodean. Que todo, la fama, el poder y el ego, termina agotándose. En ese sentido 'Cars' es una película admirable. Un mérito del equipo de Pixar, que ha seguido el mismo recorrido planteado en 'Los Increíbles'.

Aunque es cierto que hay fases en la que la dinámica decae espectacularmente y que la historia de amor directamente sobra, 'Cars' consigue cumplir con las expectativas. Bien por Pixar.

miércoles, 5 de julio de 2006

'NO ESTOY HECHO PARA SER AMADO'. Apreciable humildad (****)

CRÍTICA DE CINE

Un derroche de sencillez, honestidad y genialidad el que ofrece 'No estoy hecho para ser amado', humilde producción francesa que llega a la cartelera española con dos años de retraso. Cuesta que lleguen productos de estas características procedentes de Francia. Una pena, porque lo que ofrecen mayoritariamente es una calidad muy superior al cine que se factura en España y prácticamente en el resto de Europa. Es envidiable la diversidad de temas, estilos e historias que emerge de la cinematografía gala. Dulce y poco ruidoso cántico a la nostalgia, 'No estoy hecho para ser amado', es un buen ejemplo. El tango ejerce de válvula de escape de vidas condenadas a un irremisible fracaso. En una escuela de baile se encuentran Jean-Claude Delsart, un solitario cincuentón que trabaja como agente judicial, y Françoise, una treinteañera a punto de casarse con su novio de siempre. No hay doctrina ni exaltación de sentimientos en esta historia. Tampoco dosis de moralina improcedentes, ni diálogos para el recuerdo. Brizé, también guionista, ha creado una historia de amor y de últimas oportunidades despojada de cualquier elemento superficial. Patrick Chesnais, que teje un trabajo fabuloso, sustenta el desarrollo de la historia. Interpreta a una de esas personas superadas por la vida. Odia su trabajo, no tiene amigos, no confía en su único hijo –relación no definida en el guión, un acierto– y mantiene una disputa silenciosa con su padre, recluido en una residencia. Son las escenas que unen a este par de personajes cerrados en sí mismos las más poderosas de una película que se desarrolla a un ritmo lento, nunca desesperante. Cierta previsibilidad argumental atenaza su desenlace, pero la profunda melancolía y la trabajada tristeza que perfila con acierto Brizé hacen de 'No estoy hecho para ser amado' una película apreciable y distinguible. Con muy pocos medios, Brizé ha sabido confeccionar una historia que llega al corazón y que puede provocar alguna lágrima tan traicionera como sincera.